sábado, 23 de diciembre de 2006

La Osa y el Osito

La constelación que más significado tiene para nosotros, los nacidos en el Sur del Mundo es, por supuesto, la Cruz del Sur. La Cruz del Sur, junto con Las Tres Marías, el Sol y la Luna, era lo único que yo sabía ubicar en el cielo hasta hace unos pocos años. Además, suele estar representada en algunos escudos, como éste, en algunas banderas, como ésta y ésta y en otro tipo de símbolos patrio-regionales, lo que nos hace poner nostálgicos en rebaño a los argentinos, chilenos, australianos o neozelandeses emigrados al Hemisferio Norte.

Como es natural, el Hemisferio Norte también tiene su constelación preferida, la Osa Mayor, y su estrella emblema, la Estrella Polar o Polaris. La primera vez que mi marido me mostró el cielo septentrional me las señaló a las dos, pero yo, acostumbrada por ese entonces sólo a los cielos meridionales, no fui capaz de verlas muy bien. En realidad, lo que mi marido me mostró es sólo una parte de la Osa Mayor, lo que los daneses llaman Karlsvognen, el carro del hombre, y los ingleses The Ploug, el arado, y lo que en astronomía se llama un asterismo, palabra que acabo de aprender y sobre la que aconsejo leer más en cualquier enciclopedia que encuentren.

La Osa Mayor tiene una vecina, la Osa Menor, a la que en danés se llama Kvindevognen, el carro de la mujer. La leyenda griega que les da origen –casi todas las constelaciones tienen un mito griego relacionado- es tan trágica como bella. Resulta ser que Artemisa, diosa de la caza pero también de la castidad, mantenía a su alrededor una especie de club de cazadoras vírgenes entre las cuales se encontraba la ninfa Calisto, de especial hermosura. Zeus, como no podía ser de otra manera, se enamoró de ella, consiguió seducirla y tuvo con ella un hijo que se llamó Arkas.

Desgraciadamente Hera, la mujer de Zeus, era terriblemente celosa, mientras que Artemisa era terriblemente casta y, por lo visto, bastante cuentera. Artemisa, ofendidísima con Zeus por haber arrebatado a la ninfa Calisto de su compañía, le fue a contar a Hera la historia y ésta, en venganza, convirtió a la ninfa en osa. La osa andaba por los bosques de la Arcadia hasta que un día un joven cazador apareció por ahí. El joven cazador era Arkas, su hijo, y ella, al reconocerlo, lo fue a recibir jubilosa, con los brazos abiertos de una madre cariñosa. Arkas sólo vio a un oso que lo atacaba y decidió matarla. En ese momento Zeus se dio cuenta de lo que estaba por pasar y la convirtió en todas las estrellas que hoy forman la Osa Mayor. A Arkas también lo convirtió en estrellas y, para que por fin estuvieran juntos, lo puso al lado de su mamá. Arkas es la Osa Menor y su estrella más brillante es Polaris, la estrella polar, la estrella que señala a los marineros el Norte terrestre y a los astrónomos el Norte celeste.

Por una Navidad llena de estrellas.

domingo, 10 de diciembre de 2006

Autobahn

Exactamente a mitad de camino entre la casa de mi suegro y mi casa hay un lugar al que no sabría si calificar de maravilloso o de espeluznante. En todo caso, es un lugar que me tiene completamente fascinada: un puente de vidrio, enorme, por encima de una de esas impresionantes autopistas alemanas, una de ésas en las que los límites de velocidad no existen -por lo menos en teoría- porque los Mercedes, los BMW y, qué menos, los Porsche, tienen que tener el derecho de circular a la velocidad exacta para la que fueron creados e imaginados.

Desde la primera vez que pasé por debajo de ese increíble puente de vidrio supe que no me iba a quedar tranquila hasta el día que pudiera subirme ahí a mirar el caudal de miles y miles de autos pasando por debajo a toda velocidad. Por supuesto, lo hice apenas se presentó la primera oportunidad y, además, conseguí enviciar al resto de la familia.

Ahora, cada vez que nos toca una de esas maratones por La Autopista del Norte, hacemos nuestra pausa de mitad de camino en Dammer Berge, que en realidad es una especie de complejo de descanso para los viajeros, con hotel, estación de servicio, restaurant y ¡hasta capilla! El puente de vidrio es el restaurant y ahí, mientras uno merienda su café con las autoproclamadas mejores tortas de la red de autopistas alemana o cena un plato de kassler mit grünkohl -yo también tengo mis ritos-, se puede mirar para abajo y sentir, como no se consigue desde ningún otro lugar del universo, la esencia más pura del automovilismo moderno en el país de los autos.

El monumento a la autopista, lo llamo yo.

miércoles, 29 de noviembre de 2006

Mea culpa

Una de las tiras de Mafalda que siempre vuelve a mi memoria, aunque seguramente bastante distorsionada por los engaños del olvido, es aquella en la que Susanita le dice a Mafalda que ella de grande trabajará para ayudar a los pobres, organizando fiestas benéficas en las que los invitados comerán pavo, ciervo, perdices y caviar para comprarle a los pobres “arroz, fideos y porotos y todas esas porquerías que comen ellos”. Es por eso que siempre pensé que la caridad pública es mejor que la privada. Pero bastante igual a Susanita me siento yo hoy después de comprarle a mi hijito mayor su regalo de cumpleaños apoyando a éste proyecto.

Lo único que espero para tranquilizar mi conciencia es que el aparato termine convirtiéndose en un objeto de colección, venderlo en subasta por diez veces más de lo que pagué por él y donar toda la plata que resulte a la misma organización.

¡Ay! Y todavía no se lo dije a mi marido.

viernes, 24 de noviembre de 2006

Ahora lo sé


En éste lugar, que parece ser la página web de alguna ONG libertaria –en el mundo actual hay espacio para todos, aparentemente– se encuentra el test político más cortito del mundo. Se tarda tres minutos en responderlo y la verdad es que yo me siento bastante bien ubicada. En el centro perfecto en cuanto a cuestiones económicas, pero más liberal que el centro en cuestiones personales-políticas. A partir de ahora me auto-otorgo el derecho de dar una opinión equilibrada sobre cualquier tema que se me ocurra. Para empezar digo que este test tiene un leve sesgo norteamericano, lo que hace que uno parezca más de izquierda de lo que en realidad es, especialmente en cuestiones económicas.

sábado, 18 de noviembre de 2006

Impresionada

Si uno busca en Google casamiento entre un marroquí soltero y una argentina divorciada también puede terminar por aquí.

A lo mejor es una trivialidad, pero tengo que confesar que cuando pasan estas cosas me siento un poco realizada. ¿Qué habrá pensado encontrar la persona que lo buscó? ¿Habrá sido el marroquí? ¿O la argentina? ¿Los dos juntos? ¿Qué historia habrá detrás del casamiento entre el marroquí soltero y la argentina divorciada?

lunes, 13 de noviembre de 2006

Señales de infidelidad

El juego del post anterior es un juego estático, porque todo sucede en un momento determinado y se termina ahí, y con información completa, porque todos los jugadores tienen toda la información que tienen que tener para jugar de la mejor forma posible. La vida real, para tranquilidad de los amantes de las emociones y gran preocupación de los conservadores, no es así, por supuesto. En la vida real la gente se pasa unos cuantos años de su vida probando y eligiendo hasta que al final toma una decisión, que en una alta proporción de los casos no es la mejor de todas porque uno termina comprando gato por liebre, como lo indica el número de divorcios.

Yo creo que un juego de señales es un buen punto de partida para analizar algo así. Un juego de señales es un juego de información imperfecta o incompleta que sucede en varios tiempos. En el juego hay dos participantes o agentes, un emisor y un receptor. El emisor puede ser de varios tipos, aspecto que está determinado por la "naturaleza" y sólo él sabe de qué tipo es. El emisor elige hacer algo para enviarle al receptor una señal que puede darle a éste una pista para averiguar de qué tipo es aquel (el emisor), pero también puede confundirlo. Una vez recibida la señal, el receptor elige un curso de acción que tiene consecuencias para los dos participantes, que entonces reciben el premio o pago, con lo que el juego llega a su fin. En algunos juegos enviar la señal cuesta algo, en otros no y entonces se habla de cheap-talk games o un juego en el que hablar no cuesta nada. En este vamos a suponer que emitir la señal no es gratis, pero eso se podría revisar, si les parece más adecuado.

En este caso vamos a imaginarnos que hay dos jugadores, pero que los dos son emisores y receptores a la vez. Los jugadores pueden ser de dos tipos: fiel o infiel, pero sólo ellos saben si son fieles o infieles, el otro lo tiene que descubrir, o por medio de la señal, o cuando las cartas ya están echadas al fin del juego. También vamos a imaginarnos que el tipo fiel tiene más posibilidades de atraer a las personas del sexo opuesto, ya que tanto los fieles como los infieles se sienten atraídos por los fieles, por una razón u otra. Como el fiel corre con ventaja, ya que la fidelidad seduce de por sí, el jugador de tipo infiel tiene que hacer un esfuerzo extra para mostrarse atractivo. Ese esfuerzo extra podría ser, por ejemplo, aprender a bailar, aprender tres o cuatro idiomas extranjeros, aprender a mentir, interesarse por la forma de pensar del otro, convertirse en experto en un tema determinado, o simplemente simular que se es fiel, renunciando por un tiempo más o menos largo a tirarse una cana al aire. Préstese atención al hecho que para el auténtico fiel no hay ningún problema en ser fiel, al único que le resulta difícil y costoso es al infiel.

El juego podría formalizarse mejor, pero yo acá no tengo ganas y además voy a terminar aburriéndolos a todos, pero podemos imaginarnos las combinaciones resultantes. La primera combinación es la de un fiel con otro fiel. Estos, pasadas todas las otras pruebas de atracción indispensables (olor atrás de la orejita, temperatura de la piel, intereses comunes, etc.), terminarán juntos y se serán fieles por toda la eternidad viviendo felices y comiendo perdices.

Una segunda combinación es la de un fiel con un infiel al que le compensó el esfuerzo de hacerse pasar por fiel. En este caso el infiel habrá convencido al fiel de la eternidad de su amor y posiblemente hayan formado una pareja. Después de unos pocos o muchos años, determinados a su vez por la sagacidad del fiel, el infiel mostrará la hilacha para desconsuelo y desesperación del engañado que a esa altura de la vida habrá invertido tanto en esa persona que le será realmente duro superar la desilusión y el desengaño.

La tercera combinación posible es la de un fiel con un infiel al que hacer el esfuerzo de hacerse pasar por fiel le resultó demasiado gravoso. Aquí el fiel no pierde demasiado tiempo a no ser que sea un empecinado y crea que va a conseguir que el infiel se convierta en fiel, pero eso del empecinamiento ya nos convierte a este juego en otro juego y lo complica demasiado. El infiel por su parte va a tener que seguir buscando a quién atraer con sus pobres dotes seductivas o seguir invirtiendo en mejorarlas.

Por último, la cuarta combinación sería la de un infiel con otro infiel. Estos dos se lo pueden pasar bastante divertido si ninguno de los dos es celoso –se puede ser infiel y celoso a la vez, señores– y tomárselo con calma. Pero en caso de que alguno de los dos lo sea tendremos drama, comedia y telenovela durante unos cuantos años, porque aunque dicen que los opuestos se atraen, la dosis de adrenalina que provocara este encuentro de semejantes los mantendrá enganchados por déficit de aburrimiento. Esta combinación ya crea un juego de por sí, lo que dejo pendiente como extensión del modelo.

Se puede reemplazar lo de fiel por alguna otra virtud que convierta a las personas en atractivas, matrimonialmente hablando.

martes, 7 de noviembre de 2006

Nash y el casamiento

Este post se originó en el blog de Ulschmidt, un señor que adjudica su exceso de imaginación a la ingestión regular de un cierto brebaje al que él le asigna el nombre de "torrontés" y al que afirma mantener guardado en la heladera junto a algo a lo que llama "matambre". Si alguien pasa por la casa de este señor, por favor intenten averiguar la composición del susodicho brebaje y mandármela, porque yo estoy muy interesada en probarlo.

En fin, a Ulschmidt se le dio por reírse un poco -¡y no sólo una sino dos veces!- de la Teoría de los Juegos, una herramienta bastante poderosa que se utiliza mucho para analizar fenómenos sociales, políticos y económicos de diversa laya, y a mí, que hace unos cinco o seis años seguí un curso en esa Teoría que me hizo vislumbrar el límite de mi capacidad de abstracción, no se me ocurrió mejor idea que dar ejemplos en los comentarios de dos posibles aplicaciones. Una, el equilibrio de Nash aplicado al matrimonio, la otra una versión de un juego de señales aplicada a la infidelidad. Como el resto de la tertulia pareció muy interesado en los temas, me veo obligada a presentarlos aquí con un poco más de detalle.

Nash, el equilibrio y el divorcio
Parece ser que Nash demostró en 1950 que todo juego con un número finito de participantes, que a su vez siguen un número finito de estrategias, tiene por lo menos un Equilibrio de Nash. Un Equilibrio de Nash es una combinación de estrategias dominantes, lo que quiere decir que todos los jugadores juegan de la mejor manera posible sabiendo que todos los demás jugadores también van a jugar la mejor estrategia posible. Este tipo de equilibrio es estratégicamente estable, lo que quiere decir que una vez alcanzado ninguno de los participantes tiene ganas de cambiar de plan.

En este caso en particular vamos a imaginarnos un juego con un número fijo de participantes repartidos en dos grupos iguales de hombres y mujeres, todos con intenciones de casarse. Para evitar problemas y no complicar demasiado la cosa vamos a suponer, además, que todos los participantes son heterosexuales y que todos están interesados en casarse. Si a alguien no le gustan los supuestos, armen otro juego, este se juega así, que tanto. El asunto es que ahí tenemos, por ejemplo, veinte hombres y veinte mujeres, todos con la estrategia de casarse con el soltero que más les guste. Imaginémonos que entre las veinte chicas está Heidi Klum y entre los veinte chicos Freddy Ljundberg y que Heidi y Freddy se encantan. Ya está ¡una pareja formada! Una de las ventajas que tiene esto es que sobre gustos no hay nada escrito, así que no es seguro que a los veinte chicos les guste la misma chica, pero de todas formas podríamos pensar que varios chicos preferirán a la misma, que a su vez podrá elegir al que más le guste y, si éste la rechaza, al segundo, y así. Después de un rato, todas las parejas estarán formadas y todos habrán conseguido casarse con el mejor partido disponible.

Así se arriba al Equilibrio de Nash, como éste es estable por definición, como vimos más arriba, y los participantes no tienen ningún motivo para cambiar de estrategia, una vez que todo el mundo está casado nadie tiene ninguna motivación para divorciarse. Sí señores, en un Equilibrio de Nash no existe el divorcio, la gente se casa para siempre porque es la mejor estrategia posible.

En el juego que vimos recién hay un problema y es que estamos suponiendo que todos los participantes tienen, en el momento de hacer su elección, toda la información necesaria para decidir, lo que por supuesto es una tontería. Por eso es mejor usar juegos con información incompleta para analizar esas cosas, pero si sigo este post se va a hacer demasiado largo, así que mejor lo dejamos para otro día.

lunes, 6 de noviembre de 2006

Más industria textil

El hincha no es yo, es nosotros. El hincha no dice "hoy juega mi equipo", dice "hoy jugamos". Todas las semanas abandona su rutina individual para transformarse en un yo plural en un estadio que, más que campo deportivo, es un templo. Un templo de una religión que no acepta desertores. El hincha puede abandonar al amor de su vida, puede dejar de creer en Dios, puede cambiar hasta lo más íntimo de su ser. Pero nunca va a cambiar el amor, la fe y la devoción por su club. El hincha es eternamente fiel. El hincha es un fundamentalista que no acepta argumentaciones porque la razón no importa. Importa El Sentimiento. No vale la pena intentar explicar la pasión. Porque sino todos serían hinchas del club que más partidos gana. El hincha deja de ser yo y se transforma en nosotros mucho antes de llegar al templo. Es tan fuerte la influencia de esa fuerza sobrenatural que el hincha ya se siente parte muchas cuadras antes de llegar. Tiene todos los elementos necesarios para el ritual: matracas, cohetes, tambores, papel picado, serpentinas. Y los Trapos. Y las canciones de la misa. Canciones de fidelidad eterna, de muerte al enemigo, de insultos a la cobardía y la falta de talento del rival. No hay tonos grises. Por más que haya muchos colores en las canchas, todo es blanco o negro. Estamos nosotros y están ellos. Y Nosotros somos los mejores. Ellos son tramposos. Ellos compran a los árbitros. Ellos son los cobardes. Los pechofríos. Perdedores aunque ganen. Para eso está el hincha, para cantarle al mundo esas verdades. Para pegarle a la pelota sólo con las ganas y desviarla unos centímetros para que entre al arco. Cuando el partido termina, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, comenta el partido. "Qué goles les metimos" o "Cómo nos robaron" de acuerdo con el resultado. Las luces se van apagando y el hincha, lentamente, mientras se aleja del templo, se va diluyendo hasta transformarse nuevamente en uno, hasta el próximo domingo, donde se volverá a encontrar con ese montón de desconocidos que él sabe que son sus hermanos.
–Autor desconocido (por ahora)
Inscripción descubierta del lado de adentro, impresa en letras casi transparentes, en otra de las remeras que se trajeron mis hijos de Argentina. La dejo acá porque en dos o tres lavados más, desaparece. Si alguien descubre que el que la escribió es Dolina, o Galeano, o Casciari, me cuenta.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Blog después de un lifting

¡Qué lindo quedó mi blog! Como todo buen lifting que se precie, éste ha sido bien discretito y quizás ni se den cuenta de que lo hubo, pero ahora creo que conseguí que este blog sea el más fácil de leer de la blogosfera, como me lo propuse allá lejos y hace tiempo. Todo empezó cuando hice el cambio a Blogger beta, que ofrecía la oportunidad de hacer un cambio de plantillas. Como el cambio hacía que todo quedara medio despatarrado, preferí pasarme a beta sin cambiar la plantilla y recién hacerlo en estos días en que tuve más tiempo. Al final tuve que meterme con el código y, como yo de esas cosas no sé mucho, jugar a prueba y error, hasta que al final le descubrí los trucos. Ahora sí, quedó como yo quería, todas las letras del tamaño que quiero en los lugares que quiero y un tipo de letras, el Bookman Old Style, que me parece súper fácil de leer. Me parece que las nuevas plantillas son más flexibles y permiten más cosas que las de antes, por lo menos pude cambiar las letras y los márgenes, lo que antes no podía.

Mientras lo hacía, escuchaba la reedición de De Ushuaia a La Quiaca que se hizo para celebrar los veinte años de la primera edición. Si algún día se creara el Nobel de la Música, yo nomino a Gieco y Santaolalla nada más que por haber hecho esta obra. Disfruten.


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sábado, 28 de octubre de 2006

El gato, el desamor y la muerte

En uno de esos pocos momentos en la vida en los que me sentí lo suficientemente segura de mí misma como para emitir arrogantes juicios sobre otra gente (deben haber sido dos, uno a los diez años y otro a los treinta), tuve una experiencia a la que podría llamar reveladora.

Una pareja de amigos hacía una fiesta con muchos invitados entre los cuales estaban los padres de ella. El padre, un señor muy simpático y alegre aunque un poco simplón, estaría, supongo, un poquito más alegre que de costumbre debido a que la fiesta estaba bastante bien regada, como toda buena fiesta que se precie. La madre, una señora también muy simpática, pero del tipo ácido, esas señoras que consiguen que uno se ría bastante cada vez que abren la boca y largan algún comentario aparentemente inocente pero en realidad terriblemente incisivo. Esa noche, en el apogeo de la fiesta, él la invitaba a bailar con toda dulzura y ella lo rechazaba una y otra vez con una terrible cara de culo.

En un primer momento yo me imaginé que ella estaba enojada porque él estaba borracho, pero después de un rato me di cuenta que no sólo él no estaba tan borracho como para que ella se enoje tanto, sino que, además, lo de ella daba la impresión de ser algo de bastante larga data, una especie de rencor, o de desprecio, que llevaba años acumulándose.

En ese entonces yo estaba embarazada de mi primer hijo y para mí la vida en ese momento, como toda mujer que haya pasado por la misma experiencia sabe, era nada más que paz y amor, por lo que esa especie de revelación me dejó bastante mal gusto en la boca. ¿Qué hace que una mujer trate tan mal a su marido después de un tiempo? ¿Los muchos años de convivencia? ¿Alguna ofensa imperdonable pero que sin embargo no justificó el divorcio? ¿El aburrimiento? ¿La desilusión? ¿La falta de compañerismo? ¿Frustraciones personales proyectadas en el otro? Y lo peor de todo ¿También yo iba a terminar haciendo lo mismo veinte años más tarde?

Todo esto viene a cuento porque acabo de terminar de leer la primera novela belga que leí en los últimos dos años, Le chat de George Simenon. Simenon es un escritor belga terriblemente prolífico y supongo que el escritor belga más famoso antes que apareciera la también prolífica Amélie Nothomb. Le chat es una preciosa novelita que nos cuenta la historia de dos viudos que se encuentran, se casan y se van a vivir juntos a la casa de ella, aunque en realidad no se aguantan. Como los dos personajes no se dirijen la palabra, la historia está contada principalmente desde el punto de vista de él y aunque nos encontramos con ellos cuando ya tienen más de setenta años, la novela nos va llevando hacia atrás y hacia delante por medio de sus recuerdos y de sus experiencias. Cuando empecé a leerla, un poco shockeada por el trato que se prodigaban, yo me preguntaba ¿Por qué si los dos eran viudos volvieron a casarse? Y después... ¿Qué necesidad tenían de seguir juntos?

Simenon nos va dando todas las respuestas de a poco, casi con cuentagotas. Durante el transcurso de la novela, se van respirando distintos ambientes. Un ambiente gélido al principio, lleno de desprecio y desconfianza, deja paso a unas escenas de mucha intensidad y muy violentas hasta que todo se calma cuando él se va de la casa. Uno disfruta junto con el viejo de ese período de casi felicidad en la primavera parisina, hasta que ella vuelve a aparecer y, sin mediar palabra alguna, lo convence para que vuelva con ella. De alguna forma se necesitan, aunque no se quieran, quizás sólo para no estar sólos en el momento de morir, porque la novela termina siendo, al final de cuentas, las reflexiones sobre el amor, el desamor, la vejez y la muerte de un escritor que a esa altura, y después de una vida tan intensa que a mí me cuesta imaginarla, se iba empezando a poner viejo.

domingo, 22 de octubre de 2006

Más música

Fin de semana agitado, gracias, entre otros, a Partyanimal, al que visito todos los viernes a la mañana para ver que pasa en BRU durante el fin de semana. Este viernes me enteré que había otra vez concierto de Ojos de Brujo, grupo que me había quedado sin ver unos meses atrás y, encima, en la Ancienne Belgique, una de mis salas preferidas para escuchar música en esta ciudad. Aprovechando que él siempre tiene mucho cuidado en poner todos los links necesarios, me fui derechito a la página web a comprar las entradas para toda la familia.

Lugar raro, la Ancienne Belgique. El nombre es francés, pero uno llega ahí y toda la gente que trabaja habla en flamenco, lo mismo que la mayoría del público. Además, los folletos, revistas, postales y todo el material gráfico y/o publicitario que uno se puede llevar a su casa sin pagar también están en flamenco. Lo mismo está pasando con Flagey. Uno llega a esos lugares, completamente analfabeto en esa lengua y se siente un poco raro y hay que hacer un esfuerzo, casi, para decidirse a hablar en francés y pedir las entradas o algo para tomar. Pero las dos salas son perfectas para ir a conciertos y, además, eso hoy no fue ningún problema ya que el idioma que más se escuchaba en el lugar era éste en el que escribo y el flamenco esta vez no era un idioma, sino una música.

Al final, terminé yendo sin marido pero con una invitada de once años, además de mis dos hijos. En algún momento del concierto me puse a pensar en lo estimulados que están los chicos de esta época comparados con los de mi generación. Y se me volvieron a ocurrir las dos ideas que siempre vuelven cuando pienso en ese tema. Una es la preocupación por saber si el cerebro les dará a los pobrecitos para poder digerir tantos estímulos y tanta información. La otra es la pregunta que me hago siempre sobre quién y cómo sería yo hoy si hubiera recibido, en mi infancia y adolescencia, esa misma cantidad de estímulos y de esa calidad. Porque hay que terminar este post diciendo que los Ojos de Brujo son realmente impresionantes y que el concierto de hoy quedará en la memoria de esos tres nenes como una de esas experiencias musicales que a mí, a esa edad, me hubieran dejado completamente maravillada y con el cerebro más abierto.

domingo, 15 de octubre de 2006

Música del mundo

No creo que sea ninguna novedad para la gente que pasa por acá que Dinamarca y la immigración son dos conceptos que no consiguen conciliarse completamente. La sociedad danesa no está organizada para recibir demasiados immigrantes demasiado distintos, los immigrantes que hay no son los que mejor se adaptan a una sociedad como la danesa y así se crea un círculo vicioso que es bastante difícil de romper. Pero en medio de tanta miseria hay una historia casi luminosa: la banda danesa con más repercusión internacional en este momento se llama Outlandish y está formada por un paquistaní, un marroquí y un hondureño de segunda generación. La música que hacen es uno de esos mestizajes culturales que a mí me dejan alucinada.


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sábado, 7 de octubre de 2006

(de) Colorado

La industria textil argentina tendría que revisar, a esta altura del siglo XXI, su tecnología colorante.

(Reflexión de la madre al vaciar el lavarropas en el que se le había extraviado remera roja con efigie del Che Guevara comprada por su hijo mayor en Buenos Aires durante el mes de agosto).

martes, 3 de octubre de 2006

Voto obligatorio

A mí, como a Josepepe, me encanta votar. Me encantan los días de elecciones, ese clima de fiesta cívica que se vive durante los días previos, después de que cierran las campañas electorales, y mientras se vota; la tensión y la expectativa que se sienten desde que cierran las urnas hasta que se conocen los primeros resultados; la sensación de fiesta, catarsis, y también desilusión, por supuesto, que se van viviendo a medida que los resultados se hacen más seguros y se empiezan a hacer especulaciones sobre cómo se va a formar el gobierno electo. Me gusta todo eso desde las primeras elecciones que me acuerdo, un once de marzo hace ya unos cuantos años en el que todavía no tenía derecho de voto.

Pero desde que me fui de Argentina no tuve demasiadas oportunidades de ejercer mis responsabilidades ciudadanas. Antes, los argentinos emigrados no podíamos votar desde el exterior. Ahora sí podemos, pero me desacostumbré y me sentiría un poco irresponsable si me pusiera a votar por el presidente argentino. Como inmigrante en Europa, uno obtiene bastante pronto el derecho a votar en las elecciones locales, aún sin nacionalidad europea. Pero además, una vez que uno tiene su pasaporte comunitario, adquiere el derecho de voto europeo, lo que quiere decir que puede votar en las elecciones del Parlamento Europeo y las comunales del país en el que reside.

Este domingo hay elecciones comunales en Bélgica. Para votar hay que registrarse, lo que es voluntario, pero una vez que uno se registra está obligado a votar para siempre. Eso hace que muchos extranjeros en Bélgica se resistan a registrarse, porque no les gusta el voto obligatorio. Yo no, a mí me encanta votar y cuanto más me obliguen, mejor.

Aunque esta vez lo mejor de todo es la cara de felicidad que ponen los belgas cuando uno les cuenta que se inscribió para ser coaccionado a participar en su vida en democracia.

martes, 26 de septiembre de 2006

El mercado del sexo, reloaded

Este post se originó en el blog de Los Tres Chiflados, en un post que escribió Larry. Empecé a hacer un comentario y se me terminó yendo la mano, así que lo dejo por acá. En realidad, y como ustedes bien deben saber, en la población humana nacen más chicos que chicas, leí una vez que la proporción es 1015 bebés cada 1000 bebas. Yo tengo la impresión que ese número es más o menos variable y depende de catástrofes, guerras, pestes, hambrunas, etc. Es decir, la naturaleza va poniendo todo en orden con su sabia mano invisible.

Los seres humanos de sexo masculino son, por alguna misteriosa razón que se me escapa, menos resistentes a la vida que los de sexo femenino, ya desde que están en la barriga de su madre. En su más tierna infancia los atacan la tos convulsa, la muerte súbita y diversas pestes endémicas. Más adelante, desarrollan modelos de conducta más arriesgados que los de las nenas, por lo que su propensión a caerse de un árbol y romperse el cuello es un poco más elevada que la de ellas. Después aprenden a manejar, se emborrachan y manejan en ése estado, se dedican a actividades delictivas varias, se van de parranda con los amigos a lugares poco aconsejables, dan la vuelta al mundo solos, se tiran en paracaída o hacen aladeltismo y así.

En resumen, a eso de los 30-35 años, hay más mujeres que hombres en una cohorte. Ni qué decir que seguramente los que se mataron haciendo aladeltismo eran de los más atractivos sexualmente, lo que implica, a su vez, mayor habilidad reproductiva, por lo que a esa edad en que las mujeres inteligentes y educadas quieren casarse, hay una escasez de hombres bárbara. Este posiblemente sea el origen del mito de las siete mujeres para un solo hombre.

Lo que a mí me llama la atención del cuadro que presenta Larry es que parece ser que en Argentina el momento en que las mujeres se hacen más numerosas que los hombres parece estar adelantado con respecto a otros países. Lo que podría significar dos cosas: o los argentinos son menos resistentes a las enfermedades que los nativos de otros lugares, o tienen costumbres de mayor riesgo, entre las que incluiría la de manejar peor y matarse más en accidentes de tránsito.

En realidad, quizás no sea más que un resultado del aumento terrible de la pobreza en las últimas décadas, que tuvo a su vez como resultado un aumento en la mortalidad infantil que, como dije antes, afecta más a los varones.

En todo caso, el resultado final parece ser que encontrar marido en Buenos Aires se parece a eso de la aguja en el pajar o a lo del camello en la aguja o algo de agua en el desierto que no me acuerdo muy bien cómo era. Al final van a terminar siendo un bien escaso y los vamos a tener que pagar por buenos.

sábado, 16 de septiembre de 2006

Esa loca esquiva

Dicen los que saben que la felicidad de un ser humano es un fenómeno que puede ser representado por un proceso estocástico estacionario. Lo de estocástico o, lo que es lo mismo, aleatorio, quiere decir que el fenómeno está pura y exclusivamente determinado por el azar. Lo de estacionario nos dice que uno puede ser muy feliz, o muy infeliz, en un momento cualquiera de su vida, pero que a la larga retorna a su nivel promedio de felicidad, al que yo llamaré nivel de felicidad crucero.

El nivel de felicidad crucero se verá afectado por shocks que pueden ser negativos o positivos, según las diferentes circunstancias de la vida que a uno le toque atravesar, que serán de mayor o menor magnitud, según la importancia del shock y serán, además, más o menos persistentes, según la situación inicial del individuo en cuestión y su nivel de tolerancia o sensibilidad a los shocks, sean éstos de felicidad o de desgracia.

Así, en nuestra infancia, por ejemplo, hacer la primera comunión nos produce durante algunos días una felicidad inefable, hasta que se desvanece en nuestras papilas gustativas el gustito a limón del merengue de la torta y nos damos cuenta de que ya no vestiremos más ese vestidito blanco primoroso hecho por nuestra abuela. La infelicidad causada por la mudanza de nuestra primera amiga más querida va desapareciendo poco a poco, al tiempo que recrutamos nuevas amigas.

Ésos son los shocks finitos. Hay otro tipo de shocks a los que se podría llamar memoriosos o persistentes. Ejemplos que se me ocurren ahora son la separación de los padres de uno o la llegada de un hermano, cuando uno es chico; encontrar al amor de tu vida, tener un hijo, o terminar de escribir una tesis doctoral, más adelante. O que tu marido te deje por una quince años más joven a los cincuenta. Creo que este tipo de shocks, mal absorbidos, pueden llegar a tener efectos estructurales y a cambiar para siempre el nivel de felicidad crucero, aunque del todo segura no estoy.

Como la aparición y la frecuencia de los shocks están manejadas nada más que por la suerte, pueden pasar años sin que se presente ninguno, lo que nos hará vivir unos años bastante aburriditos, o pueden aparecer todos de golpe en un corto período de tiempo, lo que nos llevará a tener una época por demás emocionante, para bien y para mal.

Lo más emocionante de todo es una sucesión de shocks positivos y negativos en pocos días, pero tiene la consecuencia de hacer que uno se quede tambaleando, sin saber muy bien dónde está parado, y puede, quizás, tener consecuencias funestas para el desarrollo futuro del individuo si esto sucede a edades tiernas, o provectas, o clásicamente problemáticas, como los múltiplos de siete o todas las terminadas en cero.

Se pueden hacer una mejor idea de lo que trato de describir acá. Gracias por la paciencia.

viernes, 8 de septiembre de 2006

La vida vendaval

Y a veces uno está ahí, lo más tranquilo y acurrucadito en su rincón tratando de imaginarse qué es lo que va a hacer durante la mitad menos emocionante de su existencia, y de repente se aparece la vida y empieza a sacudirlo. Primero le hace creer a uno que todo es posible, por ejemplo empezar de nuevo, o revivir antiguas emociones, o sentir que un sueño que llevaba cinco años al fin se empezaba a convertir en realidad. Y a uno le cuesta creerlo, pero al final sí. Y planifica, sueña, imagina cambios, organiza distinto, hasta se asusta un poco.

Pero al final resulta que no. Y después de tanta sacudida uno termina por ahí, tirado en otro rincón, como un harapo.

El otro día leí una entrevista a un escritor italiano al que me prometí leer, donde decía que uno no tiene que escribir en este estado. No sé si me gustaría hacerle caso, aunque me parece que tiene razón.

lunes, 31 de julio de 2006

De BRU a BUE

Me estoy yendo de vacaciones. Tengo la cabeza en el avión y en cómo olerá mañana el aire en los alrededores de Ezeiza, cuando me reencuentre con el lugar que más quiero en el mundo. Mientras el taxi nos lleve por la General Paz, la 25 de Mayo y la Nueve de Julio, tendré al lado mío a dos nenes grandes que estarán conscientes por primera vez de estar descubriendo la otra mitad de ellos mismos, esa mitad que el mes pasado se les presentó en celeste y blanco haciendo goles, pero para la que los vengo preparando desde que les canté y les conté las canciones y los cuentos de María Elena Walsh, les leí Todo Mafalda de tapa a tapa, explicándoles cada una de las tiras, o los inicié a la lectura de Horacio Quiroga con El Loro Pelado, haciendo gala de mis mejores dotes histriónicas, estrenadas para la ocasión. Va a ser buenísimo. Espero que mi Argentina los trate bien.

Esperaba haber dejado otra cosa antes de cerrar por vacaciones, pero el veranito belga ha puesto mis neuronas en descanso. Para la vuelta a lo mejor escribo sobre por qué son felices los daneses, o sobre los determinantes, en general, de la felicidad humana, o sobre por qué esa especie animal llamada hombre está en permanente búsqueda de la felicidad. O a lo mejor, no. A lo mejor nomás les cuento cómo fuimos de felices en BUE.

lunes, 24 de julio de 2006

Summertime

... and the living is easy...


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Gracias Baterflai!

miércoles, 19 de julio de 2006

La primera serie que vi entera

Una de las cosas que me pasaron cuando me vine a vivir a Bruselas fue que dejé de ver televisión. Un poco lo mismo que me pasó cuando me fui a vivir a Dinamarca, aunque en ese caso lo que pasó fue que dejé de oír música. Supongo que los cambios radicales llevan a un abandono de hábitos también radical o que el esfuerzo de adaptación hace que uno abandone antiguas costumbres.

El hecho es que la primera vez que escuché hablar de Sex and the City fue en el verano del 2003 en una fiesta de cumpleaños que hizo una de esas amigas trashumantes que uno tiene la dicha y la desdicha de conocer en esta ciudad de nómades, en la que decidió festejar sus cuarenta años como tres años antes para compensar el hecho de haber festejado sus treinta tres años después. Esta amiga mía es danesa y los daneses tienen algunas costumbres cumpleañeras que a mí me parece se tendrían que exportar al resto del mundo; una es que festejan a lo grande los cumpleaños terminados en cero, casi como se festeja un casamiento, la otra es que en esas fiestas de cumpleaños los invitados más cercanos le dedican al festejado canciones inventadas por ellos mismos y discursos para nada improvisados contándole todo lo que esa persona significa para ellos de una manera más o menos humorística pero siempre (bueno, casi siempre) cariñosa.

El caso es que mi amiga había invitado a todas sus viejas amigas de la facultad y una de ellas le dedicó un discurso totalmente inspirado en Sex and the City, donde hacía un paralelo entre cada una de ese grupo de amigas y cada uno de los personajes de la serie. De más está decir que yo me quedé completamente colgada y no entendí nada de nada, ya que no sólo no había visto jamás esa serie, sino que ni siquiera sabía de su existencia sobre la faz de la televisión pese a que ya andaba por su última temporada y en ese mes de julio del 2003 quizás hasta había terminado. Resultó ser que la cumpleañera tampoco la había visto nunca y para entender de qué se trataba el discurso de su amiga decidió cortar por lo sano y se la compró toda en DVD. Supongo que lo habrá hecho de a poco, al fin y al cabo era una señora ocupada y con nenes chiquitos y también habrá visto la serie de a poco, o no.

Hace un par de meses esta cuarentona precoz preparaba, junto a su retorno a Dinamarca, una de esas mudanzas familiares que le quitan el aire al más pintado, después de cinco años de haber juntado artefactos más o menos inservibles y en la lista que preparó para tal ocasión con las cosas que quería sacarse de encima estaba la colección completa de Sex and the City.

Yo miré la lista sin demasiado interés. A esta altura de mi vida una cuna de segunda mano o una colección de Duplo usados ya no tiene el atractivo que tenía hace unos años, pero la colección completa de una serie de televisión que nunca había visto y a mitad de precio me resultó bastante tentadora, así que me la reservé antes que cualquiera tuviera tiempo de respirar y me la traje a casa. Resulta ser que yo soy una señora ocupada pero con nenes grandes y un marido que estuvo tres meses fuera de casa, lo que me dejaba las noches completamente libres, así que durante el último mes, después de acostar a los chicos, me instalé en el sofá a ver los noventa y cuatro capítulos uno detrás del otro.

En el mejor estilo obsesivo-compulsivo que me caracteriza, me sentaba con la idea de ver dos o tres capítulos por vez, pero me encontraba a las tres de la mañana muriéndome de sueño después de haber visto entre seis y ocho. Una noche seguí de largo y vi doce de una sentada, apagué la tele, desperté a los chicos, les serví el desayuno, los mandé a la escuela, me duché, me vestí y me fui a trabajar, tiritando de sueño. El humor de perros que tuvieron que soportar mis colegas ese día todavía es tema de conversación.

Pero bueno, ahora ya entiendo de qué habla la gente cuando habla de Carrie, Samantha, Miranda y Charlotte. Entiendo un poco por qué la serie se convirtió en una especie de caracterización emblemática de la mujer bien educada, de clase media alta, un poco malcriada y caprichosa, que elige tanto que al final no le queda qué elegir. Me identifiqué con la historia de esas mujeres con características que yo asocio a mujeres diez años más jóvenes que yo, pero que sin embargo son de mi generación. Y aunque a veces me enojaba con esas chicas que no sabían más que mirar su propio ombligo ni satisfacer más que sus propias necesidades, sea de hombres o de zapatos, tengo que confesar que después de los noventa y cuatro capítulos me alegré bastante con el final de cuento de hadas. Y ahora reconozco otro código en el lenguaje de la gente.

Lo que todavía me quedó sin descubrir es a cuál de los cuatro personajes se parecía mi amiga, la del cumpleaños.

viernes, 7 de julio de 2006

Olores para catalogar

Agustín tiene uno de los blogs que descubrí primero y que nunca dejé de leer. Suerte de principiante, que la llaman. Agustín escribe cuentos, novelas, ensayos, poesías, memorias, exámenes, guiones, artículos y cualquier otra cosa que se le ocurra, escribe sin parar y todo el tiempo. Agustín cuenta, entretiene, ilustra, divierte, emociona, hace reir, hace llorar, impresiona, enseña, conmueve y encanta. Y también hizo una lista de olores de la que me quiero copiar, porque el olfato es el sentido que más me hace sentir viva. Lo que sigue es mi lista:

El olor a humedad y ropa limpia de la casa de mi abuela cuando llegaba los viernes a la noche y la encontraba vacía, en verano.

El olor a madera y hojas quemadas en la neblina de la tarde de San Juan, en pleno invierno.

El olor a los jazmines de noviembre en los quioscos de Buenos Aires, cuando el aire está cargado de tormenta.

El olor a lluvia en el Cañadón del Río Pinturas, la quintaesencia del olor a lluvia sobre la tierra seca.

El olor a la mezcla de un perfume de hombre y otro de mujer que existió solamente una noche.

El olor a Martes de Carnaval en La Paz, Bolivia, una mezcla de olor a pólvora quemada y cerveza rancia inexplicablemente vital y depresiva al mismo tiempo.

El olor dulce y seco de mi piel después de un día de playa.

El olor de mis dedos, después de masturbarme.

El olor irrepetible de mis hijos recién salidos de la panza, la razón por la cual nunca hubiera parado de tener hijos.

El olor del hueco de tu clavícula en los momentos álgidos, un olor que es la esencia del amor y del sexo.

El olor de tu aliento cuando nos despertamos, un milagro, increíble.

Se puede continuar, si uno quiere. La idea salió de acá.

miércoles, 5 de julio de 2006

Ésta soy yo

Patrizio tiene un blog que, como él dice, es una charla de café. Él va tirando cosas todo el tiempo, cualquier cosa que se le ocurra, con bastante poca autocensura, pero siempre muy bien escrito, y la gente va, comenta, se ríe y dice lo que le parece. A veces hay un clima de delirio en los comentarios que me hace acordar a esas épocas en las que uno se ponía a decir una tontería atrás de la otra colectivamente, hasta que en un momento se llegaba a una situación de bienaventuranza, una especie de nirvana de la risa, en la que todo el mundo se reía como loco y se lo pasaba súper-bien. Además de sus post desopilantes, Patrizio también tiene secciones fijas, no menos desopilantes, algunas que están desde el principio, como los ¿Sabías que…? y los Tesoros de su discoteca de vinilo, otras que estuvieron y desaparecieron, como los Diálogos de viaje, los chocolatines Jack o las Leyendas urbanas y otras que están desde hace no mucho como El manual del buen blogger o, de la que se trata aquí, sus Bloggers. Porque Patrizio, además, dibuja, y además de tener uno de los blogs ilustrados más lindos que andan por la blogosfera, lleno de fotos y tapas de discos, pone sus propios dibujos que son, al mismo tiempo, divertidísimos y encantadores, a los que también organiza en series. En la serie Bloggers nos dibuja a nosotros, por orden de aparición y de pedido, y ayer me tocó a mí. Patrizio, para que sepas, estoy súper halagada y agradecida. Me encantó. El dibujo está ilustrando este post y aquí se pueden ver los comentarios del autor.

Bruselas italiana

Y hasta yo. Es que el fútbol hace que a veces a uno se le olviden los principios. Magia.

sábado, 1 de julio de 2006

El día después

Ayer, a eso del mediodía, pasé por un quiosco y jugué a los Euromillones. No juego muy seguido, dos o tres veces por año, pero esta vez había un pozo de 58 millones y pensé: “Bueno, si pierde Argentina, por lo menos me consuelo con ésto”. Mientras pagaba pensaba: “¿Cuánta plata haría falta para consolarme?” Los 58 millones seguro que me consolaban del todo, pero 10 o 15 euros seguro que no lo iban a hacer. ¿500 euros? ¿1000? Tampoco. Al final de la tarde todavía no había llegado a la conclusión de cuál sería la cantidad de plata necesaria que me consolaría por haber perdido con Alemania. También anduve preguntando por ahí, como siempre que hago estos experimentos mentales, y recibí distintas respuestas, todas con cantidades de dinero bastantes más bajas de las que yo estaba dispuesta a sacrificar. Téngase en cuenta el hecho de que ese dinero era solamente riqueza en potencia, nada real. Un dinero que yo en realidad no tengo, sino que podría llegar a tener si ganara la lotería. Pero que de todas formas era algo más o menos seguro, porque la pregunta estaba formulada así: Si alguien te ofreciera la posibilidad de elegir entre ganar una cierta cantidad de dinero a la lotería mañana en forma segura o que Argentina le gane hoy a Alemania, ¿cuál sería esa cantidad de dinero?

Después seguí un poco con mi experimento mental y pensé: “¿Cuánta plata estaría dispuesta a pagar de la que realmente poseo para que Argentina gane?” En esta pregunta la idea no era pagar para que alguien deje ganar a Argentina o para convencer a los otros para que pierdan, sino nada más que la cantidad de dinero que yo estaría dispuesta a sacrificar de mi fortuna personal para que Argentina gane de verdad, jugando como los dioses y dejándonos a todos contentos. Mi pregunta era: ¿Cuánto vale para mí en términos monetarios que Argentina salga campeón? La respuesta fue una cantidad bastante menor a la que aceptaría dejar de ganar en los Euromillones, lo que confirma el dicho de que más vale pájaro en mano que cien volando.

Entonces, mi tercera pregunta fue: ¿por qué yo estaría dispuesta a hacer un sacrificio económico para que Argentina salga campeón? ¿Por qué, por ejemplo, estaría dispuesta a renunciar a una cantidad de plata que me dejaría irme de vacaciones el año que viene al lugar que se me ocurriera viviendo de la forma más lujosa imaginable, o a comprarme el trajecito de Chanel con el que siempre soñé o a pagar el resto de la hipoteca de mi casa? Mi marido me contestó que es porque me sobra la plata, pero él está, por lo menos, en la misma situación económica que yo y su sacrificio económico sería muchísimo menor. ¿Qué es lo que me hace feliz cuando Argentina gana un Mundial? Yo creo que es esa sensación que nos queda en la memoria, en la individual y en la colectiva. Ese recuerdo de la gente festejando por la calle en mi invierno patagónico del ’78 o en mi invierno porteño del ‘86. Yo creo que los hubiera pagado por disfrutar de la felicidad que hubiera sentido mi hijito menor que ayer, después de los penales, se puso a llorar y que hoy todavía sigue paseando la camiseta por el Bois de la Cambre. Por esa sensación de perfección que hubiera sido ganar una final un 9 de Julio, esta vez en verano. Por haber podido estar feliz de ser argentina a trece mil kilómetros y diecisiete años de distancia. Y eso vale bastante más que un trajecito de Chanel.

Bueno, y ahora me voy a mirar el resultado del sorteo de los Euromillones, para ver si la diosa Fortuna decidió consolarme de alguna manera y ver si lo consiguió.

domingo, 18 de junio de 2006

Argentina

El viernes, entre el segundo y el tercer gol, alguien se compadeció de mí y me mandó un link que me hizo posible seguir el partido desde la computadora. A partir de las 4 y cuarto de la tarde ya no pude despegarme y terminé riéndome sola festejando goles. Mis hijos, mientras tanto, y hasta mi marido, lo seguían desde casa, entusiasmadísimos. Como a partir de ahora ya no se puede seguir indiferente, puse tres links al costado que seguirán ahí hasta que termine el Mundial.

viernes, 9 de junio de 2006

Comparación

La actividad que más feliz pone a la gente es la sexual. La que la hace más desgraciada es el transporte hacia y desde el trabajo.

miércoles, 24 de mayo de 2006

En vías de extinción

Hacia principios del siglo pasado, sólo tenía hijos alrededor del setenta por ciento de una generación de mujeres. Las condiciones de vida para la mayoría de la población en ese entonces eran bastante duras, la gente era bastante más pobre que ahora, también en Europa, y la estructura de las familias era bastante distinta. Más hijos, pero también una probabilidad más alta de que se murieran en las guerras o de alguna enfermedad rara, o emigraran y se ahogaran en el mar o desaparecieran en América del Sur o África.

Yo me imagino que lo de tener una familia con hijos estaba reservado a las mujeres que habían conseguido criarse de forma más o menos normal y que aquéllas a la que la vida no había tratado del todo bien, como las huérfanas, las más pobres, las abandonadas o las feítas, no formaban nunca una familia y terminaban quizás trabajando con otras familias como cocineras, nodrizas, amas de llave, institutrices, niñeras o enfermeras. Había menos mujeres que tenían hijos pero las que los tenían, tenían unos cuantos. Con los años, todo se democratizó un poco.

Paralelamente a la caída en la tasa de fertilidad se dio un proceso que pocos conocemos y que llevó a que las mujeres tuvieran menos hijos, pero también a que hubiera más mujeres en una generación que los tenían. Una especie de reparto más equitativo del poder reproductivo, lo llamaría yo, a la que siempre le gustan estas cosas, sobre todo cuando nos toca a las mujeres.

Por ejemplo, se puede decir que este proceso de democratización reproductiva llegó a su esplendor en Dinamarca a principios de los '90, cuando de todas las mujeres de 47 años, edad en la que ya se puede asumir que una mujer adhiere a otras actividades que la de tener hijos, sólo el ocho por ciento no los había tenido nunca. A partir de ahí se empieza a revertir el proceso y en el año 2004, último año para el que se tienen estadísticas completas, aproximadamente el 13 por ciento de las mujeres danesas de 47 años no había tenido hijos jamás, pese a que la tasa de fertilidad, el número promedio de hijos por mujer, se mantuvo estable o mostrando un leve aumento en los últimos quince años, lo que indica que esto que a mí me gusta llamar el poder reproductivo se está concentrando nuevamente.

¿Quiénes son las mujeres que terminan huérfanas de hijos? Desgraciadamente, las más inteligentes y educadas. Todo el mundo sabe que desde que se inventó la píldora, las mujeres tienen bastante libertad sobre cuándo, cómo, cuántos y con quién tener hijos lo que les da mucho más poder de decisión que el que tenían cien años atrás, aunque yo soy de la opinión que, a veces, los chicos vienen cuando quieren ellos y no hay que hacerlos esperar demasiado porque al final se aburren y no vienen más. Pero bueno, esa libertad hace que sólo tengan hijos las mujeres que quieren o las que les gustan los chicos o las que nunca se imaginarían una vida sin ellos. Las que se concentran en sus estudios, en su profesión, en terminar su PhD. o conseguir un puesto de Directora General van posponiendo la decisión de tener hijos hasta que llega un día en el que deciden por sí mismas que ya es demasiado tarde o, más frecuentemente, se encuentran con la sorpresa de que la Naturaleza ya decidió por ellas y ya no pueden más. Por eso pasa lo que está pasando en muchos países europeos y por eso el envejecimiento de la población.

García Márquez dijo una vez que el ser humano se hubiera extinguido si no fuera por el interés en reproducirse de las mujeres, ya que mientras ellos se concentran en escribir Cien Años de Soledad o cosas parecidas, ellas se dedican a procrear. En realidad, lo que pasa es un poco diferente, pero esencialmente tenía razón. Quizás este desinterés de las mujeres en reproducirse esté indicando el inicio de la decadencia del ser humano como especie y, aunque paradójicamente esté sucediendo en un mundo superpoblado, sea uno de los primeros signos de la extinción del ser humano sobre la faz de la tierra.

martes, 16 de mayo de 2006

La mejor de todas

Me había aburrido de pasar a mirar, así que llegué como cuatro o cinco días más tarde. Después de hacerse esperar medio año, volvió La Romu. Léansela toda.

viernes, 5 de mayo de 2006

Introducción

Mis hijos son casi los únicos en su escuela que no tienen ni nunca tendrán una PlayStation. Al principio la pidieron un poco y recibieron un no igual de rotundo que el final de la frase anterior. Al principio, también, yo me sentía un poco culpable por hacer de mis hijos unos pobres nenitos marginados, pero eso se terminó el día en que me dijeron contentísimos que, aunque ellos eran los únicos sin el dichoso aparato, les parecía bien que hubiéramos tomado esa decisión. – ¿Por qué están tan contentos? – les pregunté y me pregunté.

La respuesta resultó ser que se habían dado cuenta que ir de visita a la casa de un chico con PlayStation era de lo más aburrido. Lo aburrido tenía dos causas bastante relacionadas entre sí: por un lado, resulta ser que en esas visitas la actividad principal, si no la única, suele ser jugar con la máquina nefasta, en lugar de salir a correr, andar en bicicleta, patines o skateboards con los amigos, actividades algo más dinámicas, pero también mucho más gratificantes. Por otro lado, la actividad playstationil suele ser tan absorbente que al crío que le toca no le queda casi tiempo para hacer otras cosas, con la consecuencia, funesta para su socialización futura, que su único tema de conversación termina siendo la PlayStation o los juegos que se juegan con ella.

Igual tengo que reconocer que no soy ninguna fundamentalista al respecto, que mis hijos no están completamente privados del universo electrónico y que eso conlleva un cierto riesgo para el frágil equilibrio mental de su madre, lo que será el tema de otro post, porque ahora tomo el tren para París.

martes, 25 de abril de 2006

Indicaciones

Con el tratamiento debido, cualquiera puede llegar a mostrar lo peor de sí mismo.

lunes, 17 de abril de 2006

Primavera en París

París siempre me pareció una ciudad sobrevalorada y nunca me dieron demasiadas ganas de visitarla, ni siquiera para esas visitas desintoxicantes que se regalan las parejas de antigua data para recordar que alguna vez se quisieron con locura. Para eso quizás elegiría Viena, o Praga, que todavía no conozco, o Riga, o Madrid, que sí conozco aunque no mucho.

Pero creo que en ésta, mi tercera visita, cambié para siempre de opinión. Un poco porque me tocó vivir en el lugar que me parece más lindo de la ciudad, l'Île Saint-Louis, y otro poco porque conseguí, aunque no del todo, deshacerme del agobio que me produce estar de turista en una ciudad donde hay tanto para ver. También creo que ayudó ir por fin sintiéndome totalmente cómoda con el idioma y no como la primera vez, en la que para pedir un café tenía que poner en fila todas mis neuronas bien ordenaditas.

Pero de todas formas, París es un poco como el parque temático de Europa. Si usted quiere conocer Europa, vaya a París, ahí se la muestran toda. Y eso es un poco lo que, para mí, le quita el encanto, una especie de falta de autenticidad, que a la vez se encuentra en esos lugares un poquito al costado, como la l'Île Saint-Louis.

Lo de primavera es nada más que porque queda bien en el título. Hizo frío, viento y llovió, aunque había flores por todos lados y las magnolias ya estaban en plena floración, un punto antes de empezar a marchitarse. La foto la saqué de éste lugar, donde hay muchísimas más, todas igual de buenas.

jueves, 6 de abril de 2006

No quiero impacientarme, pero...

Esta época del año es un poco rara, sobre todo acá en Bruselas. Tenemos el cuerpo cansado del invierno, la espalda entumecida por el frío y la expresión de ya no puedo más, quiero que se termine. Uno va por la calle con bufanda y guantes mientras en las vidrieras la ropa que muestran nos deja tiritando de sólo imaginarnos luciendo atuendos semejantes. Si hasta hoy a la mañana había escarcha en el parabrisas cuando salí para llevar a los chicos a la escuela. Lo único que esperamos es la primavera y que se termine el invierno de una vez.

Mientras tanto voy por la calle y algunos árboles de los que florecen ya tienen los capullos a punto de reventar, como las magnolias y los castaños. Vi flores rosaditas en los árboles de la Rue Franz Merjay, que queda por mi barrio predilecto. El problema con esas flores rosaditas, y con las magnolias, y con las flores del castaño es que duran lo que duran y casi siempre es demasiado poco. Después se caen y a sus respectivos árboles les salen las hojas y de lo único que me doy cuenta es que ya se pasó otra primavera y se va a pasar otro verano y después otro año y después... Y que todo se pasa demasiado rápido. Es por eso que no quiero impacientarme. Pero hay que reconocer que disfrutar de una primavera en flor y con escarcha es una experiencia de dudoso goce.

En el Japón, acabo de enterarme, cuando florecen los cerezos, la gente se sienta en los parques a mirarlos mientras se van emborrachando sin ningún tipo de contemplaciones. La idea es meditar sobre lo efímero de la vida usando como metáfora esas flores igual de efímeras, aunque espectaculares. El alcohol cumple la función de hacer más intensa la experiencia, ya que en el fondo de eso se trata: intensidad. Intensidad para contrarrestar el raudo paso del tiempo que nos quita el aliento, igual que el frío en abril.

sábado, 1 de abril de 2006

Eminem

Como cinco o seis años más tarde de lo que tendría que haber sido para estar más o menos actualizada con la vida, acabo de descubrir que me encanta Eminem. Partyanimal ¿Cuándo viene a Bruselas?


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martes, 28 de marzo de 2006

A veces nada es como lo cuentan

Mi nene grande acaba de cambiar la voz. La cambió así nomás, de repente, de un día para el otro. A mí me habían contado que eso era un proceso más o menos paulatino y que en el interín, la voz del afectado subía y bajaba de formas varias, cambiando de los tonos más graves a los más gallináceos durante un cierto período de tiempo, en general un proceso bastante divertido. Yo me lo había imaginado venir en uno o dos años y también me imaginaba lo bien que me lo iba a pasar riéndome de, y con, mi nene grandote. Pero no, como todo en él, nada es como me lo contaron y un día, a las cuatro de la tarde, se me presentó hablando con la misma voz de bajo profundo de su padre.

domingo, 26 de marzo de 2006

Confirmado

Esta señora se va a pasar todo el mes de agosto en BUE. Era hora.

martes, 21 de marzo de 2006

La tragedia de un genio

Alguna gente, por el contrario, vive en unos pocos años lo que para otros son necesarios ocho siglos. Como ejemplo, podemos ver el caso del joven matemático Evariste Galois, un francesito inadaptado que, quizás por haber recibido un dosaje de testosterona más elevado que la media al encontrarse instalado en el seno materno, resultó ser tremendamente apto para las matemáticas pero tremendamente inepto en sus relaciones sociales y en su manejo del idioma materno.

El chico es realmente un caso excepcional. Normalmente los grandes matemáticos vienen de familias de matemáticos. La habilidad para las matemáticas suele estar determinada genéticamente y, por eso, si uno revisa alguna historia del pensamiento matemático con espíritu chismoso va a encontrar los mismos apellidos en repetidas ocasiones, siendo la familia más conocida la de los Bernoulli. Este joven francés no sólo no tenía antecedentes matemáticos entre sus antecesores, sino que empezó a estudiar la bella ciencia que le ocuparía el resto de su corta vida bastante tarde, luego de que su madre se empecinara en educarlo en los clásicos griegos. El joven, republicano empedernido además, nacido en plena Francia imperial, presenta desde muy temprano ciertas conductas de rechazo a la autoridad que tienden a no ayudarlo demasiado en su carrera académica.

Su contribución principal parece ser la invención de la teoría de grupos que utiliza, a su vez, para llegar a la conclusión que las ecuaciones de grado superior a cuatro no siempre tienen solución, pero de eso no estoy muy segura. Lo que sí sé que pasó fue que murió a los veinte años, tras recibir un balazo en un duelo, probablemente a causa de una dama que no lo amaba, tras exclamar en los brazos de su hermano "¡No llores! Necesito todo mi coraje para morir a la edad de 20 años". En el camino dejó escritos montones de artículos –escribía compulsivamente– algunos de ellos seminales, pero la genialidad de sus descubrimientos sólo fue reconocida como 10 años después de su muerte. Algo parecido le pasó a Ramsey, pero eso lo dejamos para otro día.

viernes, 10 de marzo de 2006

Matusalenes

Andan por ahí algunos especialistas en longevidad diciendo que en menos de veinte años va a haber tales avances en ciertas técnicas medicinales que la vida del ser humano se va a extender mucho más allá de lo que hoy por hoy se cree son sus límites, algo así como unos 120 años. Se nombran cifras tales como 500, 800 o 1000 (¡mil!) años. Las consecuencias sociales, o económicas, de semejante revolución son difíciles de imaginar y hasta ahora nunca leí nada al respecto, pero de vez en cuando hago algún ejercicio mental sobre el tema, tratando de imaginarme un mundo con gente sobrecargada de experiencia. Casi siempre me gusta encontrar compañía para mis ejercicios mentales, pero en este caso la mayoría de la gente encuentra la idea tan absurda, que ni siquiera le dedican al tema más de medio minuto de atención y se distraen con otra cosa. El único al que conseguí enganchar con la idea fue a mi marido, al que desde que nos conocemos suelo arrullar con mis divagaciones hasta que los dos nos quedamos dormidos. Creo que nos pusimos de acuerdo en irnos cada uno por su lado y seguir siendo tan amigos. Hubo otro que me dijo, en el escaso medio minuto que le dedicó al tema, que él seguiría casado con la misma durante los ochocientos años. Después de esa respuesta, perdió unos cuantos puntos de mi estima por su falta de imaginación.

sábado, 4 de marzo de 2006

Edad de merecer

Mi madre tuvo la indecencia de casarse con un hombre ocho años más joven que ella. El hombre, que más que hombre a esa altura era un chico de veinte años, se parecía un poco a Marlon Brando en The Wild One cuando era joven y a George Clooney en Syriana cuando era viejo, mientras que ella era una preciosura de un metro cincuenta y cinco y ojos azules y ahora es una viejita de lo más piola, de la que mi hijito menor heredó la risa. Las hijas que tuvieron, mi hermana y yo, salieron bastante normalitas, sin ninguna chance de ganarse la vida entre la beautiful people, pero sí entre los knowledge workers, por obra y gracia de una abuela paterna bastante más inteligente que la media, aunque demasiado parecida a la abuela de la Cándida Eréndira.

Que esa pareja haya terminado junta tuvo más que ver con el hecho de haberse encontrado en una conjunción tiempo-espacio donde no había demasiada oferta del sexo opuesto que con el de estar hechos el uno para el otro, lo que llevó a un divorcio tumultuoso y desolador diez años más tarde. Mientras que a mi señora madre no se le volvió a conocer varón, su ex-marido se casó un par de veces más, siempre con mujeres más jóvenes que él, como para compensar. Las hijas juraron que jamás se casarían con hombres más jóvenes que ellas. Una cumplió su promesa y la otra no.

Yo siempre digo que a los espécimenes de hombre más atractivos los enganchan las mujeres más despiertas antes de que ellos cumplan los 25 años, independientemente de la edad de la mujer. No hace tanta falta ser joven y bella, sino más que nada estar con los ojos abiertos y saber a lo que se va. Tengo un amigo que no entiende por qué, por ejemplo, los jugadores de fútbol famosos, como Beckham, se casan tan jóvenes. Mi eterna respuesta es que es a esa edad, entre los 20 y los 25 años, los hombres tienen la necesidad más urgente de vivir emparejados, necesidad que disminuye notablemente en los años siguientes, en los que concentran todas sus energías en hacerse escritores famosos, deportistas millonarios, empresarios poderosos o presidentes de alguna república. Una vez que han logrado su objetivo, les vuelve la necesidad del apareamiento y entonces encontramos esos casos de directores de periódicos internacionales casados con modelos 20 o 25 años más jóvenes que ellos.

¿Qué lleva a una privilegiada por la madre naturaleza a elegir, por decir algo, casarse con Menem y no con Beckham? Yo diría que su falta de visión, pero siempre puede haber otras respuestas.

lunes, 27 de febrero de 2006

De amor y de triángulos

Ayer me tocó ir al cine, después de tanto tiempo. Por casualidades de horario, terminé en Flagey, Studio 5, donde por estos días tienen una serie de películas con Jeanne Moreau. Terminé viendo Jules et Jim, un clásico de Truffaut, uno de mis directores favoritos de mi época de mocosa intelectual pedante que sólo veía cine europeo y de autor en la Cinemateca de la calle Sarmiento o en el San Martín. Descubrí que, pese a todo, soy bastante ignorante, porque en realidad sólo vi muchas de sus últimas películas, pero ninguna de las de los años '60.

Me encanta ver este tipo de películas, por dos o tres razones. Una es que me gusta ver si la película envejeció bien, es decir ver si todavía es capaz de decir algo o de emocionarnos con más de cuarenta años encima. Otra es la de ver qué es lo que siento yo al volverla a ver, comparado con lo que sentí o pensé a los 20 años, cuando no era nada más que una post-adolescente sin demasiadas conexiones cerebrales, pero esto sólo se da cuando la película ya la vi antes, lo que no era el caso hoy. Otra, por fin, es una especie de curiosidad antropológica, para ver si los temas que hace 40 años preocupaban a la humanidad siguen preocupándonos.

El triángulo amoroso parece ser uno de esos temas, además de ser una de esas situaciones paradigmáticas que apelan a la imaginación del ser humano, lo que prueba el hecho que al buscarlo en IMDb, aparezcan 446 películas donde se trata el tema de alguna u otra forma. Debe ser porque más de uno o una estuvo alguna vez enamorado de dos personas al mismo tiempo y la fantasía más fuerte en ese momento es la de poder convivir con las dos pacífica y amantemente. En la vida real, tal convivencia casi nunca es posible, ya que no sólo los celos por parte de las dos personas del mismo sexo son inevitables, sino que también el vértice del triángulo se siente bastante inseguro ante la falta de sentido de posesión de cualquiera de los otros dos. Uno se siente realmente amado cuando el otro te quiere todo entero, supongo.

Jules et Jim es la historia de dos amigos enamorados de la misma mujer. De ella uno no termina de descubrir si se enamora primero de uno y después del otro, o si se enamora del primero porque llegó antes, aunque sino se hubiera enamorado del segundo, o si se enamora del segundo para compensar que antes se enamoró del primero, o qué. De ellos, uno está mucho más enamorado y es mucho más valiente que el otro y es, curiosamente, el menos celoso de los dos. El personaje de ella es fascinante y un poco indescifrable y Jeanne Moreau la interpreta maravillosamente con esas ojeras oscurísimas y esa boca de amargada que a veces le sale.

La película envejeció fantásticamente bien y me pareció preciosa. Final feliz no tiene. En IMDb descubrí, además, que ganó el premio al mejor director en el festival de cine de Mar del Plata y el Bodil a la mejor película extranjera, otra de esas casualidades que me encantan y que a veces descubro.

jueves, 23 de febrero de 2006

Familia rara

– Mamá, ¿no somos una familia rara?

– ¿¡Rara!!?? ¿Por qué?

– Y... nos gusta toda la música. Nos gusta el rock ...

– Y nos gusta el jazz, y el tango, y el rap ...

– Sí, y a todos nos gusta el blues ... Y a vos te gustan esas cosas africanas ...


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Y a mí también me gusta el raï.

domingo, 19 de febrero de 2006

Mahoma y la industria lechera

Malizia tiene razón, parece que justo esta época fuera una de ésas en las que la humanidad va para atrás.

Nunca voy a justificar ni el racismo ni la xenofobia, pero quizás intentar, hasta cierto punto, comprenderlos o encontrarles una explicación.

Los daneses no son un pueblo muy grande, un poco más de cinco millones, y una de las razones por las que su sociedad funciona tan bien y está tan bien organizada es su homogeneidad. La forma de pensar es parecida y es fácil obtener consenso generalizado cuando de reformar la sociedad se trata. Eso puede hacer que para algunos el sistema político sea aburrido, aunque en realidad no es así. Casi todos los partidos están bien apiñados en el centro de un eje izquierda-derecha y las luchas por el poder son bastante fuertes, aún dentro de los mismos partidos políticos.

En el mundo actual un país así de chiquito, homogéneo y abierto sufre bastante, sobre todo por las tensiones que produce la immigración. Dinamarca tuvo una política de asilo muy generosa durante los ochenta y la primera mitad de los noventa que se sumó a la immigración turca y pakistaní de los sesenta. El resultado de eso es que hoy debe haber entre 200 mil y 300 mil musulmanes, bastante visibles para la opinión pública por ser tan diferentes.

En la mayoría de los países, los immigrantes son buenos para el país que los recibe, trabajan en los trabajos que nadie quiere, pagan impuestos, dinamizan la sociedad, pero en Dinamarca cuestan plata. Los daneses tienen ese súper estado de bienestar porque la mayoría de la gente trabaja mucho y paga unos impuestos brutales. En eso los daneses se pusieron de acuerdo hace mucho y lo hacen, aunque a nadie le gusta trabajar y pagar impuestos, porque para ellos es el precio que tienen que pagar para tener una sociedad sin pobres, donde todo el mundo puede ir a la escuela o al hospital cuando hace falta. Para los daneses, los immigrantes que reciben más de lo que aportan son una especie de parásitos indeseables, algo en lo que muchos otros pueblos deben estar de acuerdo.

Si además esos “parásitos” tienen que decidir sobre lo que está permitido publicar o no, entonces, bueno, la que se puede armar es la que terminó por armarse en la realidad. Que el Jyllands Posten haya querido provocar, sí, es posible que sí. Ellos dicen que publicaron los dibujos para mostrar que en Dinamarca no existía autocensura. Y aunque es cierto que es el diario más crítico hacia los immigrantes (yo en un determinado momento dejé de leerlo porque, como immigrante que fui, me tenían bastante harta), también es cierto que en mayo del año pasado recibió un premio europeo por contribuir a la diversidad y estar en contra de la discriminación. ¿El gobierno danés? Bueno, para mí no estuvieron demasiado diplomáticos y sí bastante arrogantes. Y los dibujos siguen pareciéndome bastante buenos. Me gusta el de la censura, el de las vírgenes, el del nene en la escuela con la camiseta de fútbol de un club danés, el del dibujante que dibuja con miedo, el del autor del libro sobre Mahoma que no encontraba dibujante para su libro por culpa de la autocensura y terminó teniendo publicidad en todo el mundo y, por supuesto, el de la bomba, que refleja lo que hoy por hoy significa la palabra "Islam" para los occidentales. Terror.

Y los daneses son bastante sanguinarios con ellos mismos, para muestra, el dibujito con el que empieza este post donde se ve al primer ministro disculpándose bajo presión de la industria lechera. Voilá!

viernes, 17 de febrero de 2006

Cumpleaños


Hoy es mi cumpleaños. Sigo siendo más joven que Brad Pitt, aunque más vieja que Angelina Jolie. Lo voy a festejar hasta mañana.

martes, 14 de febrero de 2006

Contradicción

Dinamarca es una de las sociedades más armónicas que existen. No hay pobres pidiendo por las calles, la gente anda en bicicleta por bicipistas habilitadas al efecto, los hospitales son gratis, las escuelas también, no te roban por la calle, no hace falta contar los vueltos cuando comprás cigarrillos, o caramelos, o un boleto de colectivo, los policías son simpáticos y te ayudan, los cursos de danés para extranjeros son gratis, a partir de los 18 años todos los estudiantes reciben la beca más generosa de Europa, todas las mujeres amamantan a sus hijos, tiene las mejores guarderías públicas del planeta Tierra, el Banco Central está diseñado por un maestro de la arquitectura del siglo XX, la gente paga los impuestos sin dejar de protestar, tiene las mejores playas de Europa, la proporción de hombres rubios, altos, de ojos celestes y con buen carácter es bastante elevada, la de mujeres ídem pero mandonas también, no hace falta tener miedo de volver a casa a las 3 de la mañana, la gente es la más divertida que hay al norte de los Pirineos, tiene unas bibliotecas modernísimas desde donde se puede acceder a todo un universo multimedia sin gastar un mango, la probabilidad de que te devuelvan la billetera perdida con todo adentro es una de las más altas del planeta, producen molinos de viento, es uno de los pocos países desarrollados, sino el único, que cumplen con eso de donar un 0,7% del PIB en ayuda al desarrollo, los trenes son puntuales y, last but not least, mi marido y mis hijos nacieron ahí.

¿No es un poco raro que por unos dibujos que al final de cuentas son bastante buenos y posiblemente estén tratando de combatir el miedo, el país quede catalogado como intolerante y racista?

viernes, 10 de febrero de 2006

Reencuentro

Hace unos cuántos meses, encontré un blog que me encantó. Un chileno que escribía con una poesía, un desparpajo y una erudición tales que comencé a disfrutar por adelantado de lo que iba a ser seguirlo. Lo encontré siguiendo una estrategia que inventé por esa época, pero que abandoné al poco tiempo. Bueno, el hombre escribió unos tres posts y después no apareció nada nunca más. Yo de vez en cuando pasaba y, al no encontrar nada nuevo, me iba bastante desilusionada. Al final lo puse en donde tengo los links de blogs abandonados, imaginándome que era a lo mejor un periodista conocido o un escritor famoso o algo así que había estado jugando un poco a tener un blog y después lo había dejado, al tener ya un medio establecido para publicar sus cosas. En fin, de vez en cuando pasaba a releer la historia de la chica del tren, que es realmente deliciosa, hasta que ayer, jugando de vuelta con Technorati, volví a encontrarlo, esta vez en otro hotel de blogs ¡y con un montón de artículos! Espero que la próxima vez que se mude, avise. Su blog se llama Camino de Santiago y leerlo es un placer.

jueves, 9 de febrero de 2006

Chocolate a la divina potencia

Bestiaria tiene uno de los blogs que más me gusta leer. Hace un par de semanas escribió éste post donde habla de la tendencia femenil hacia los postres y donde propone una clasificación del género de acuerdo a las preferencias a la hora de decidirse delante del mostrador de una heladería, decisión difícil si las hay, sobre todo en BUE o en ésta heladería, la que más me gusta de BRU. Su clasificación me hacía temer lo peor pero resultó que, según ella y de acuerdo a mis preferencias, soy del tipo "interesante pero sencilla", lo que me dejó más tranquila y bastante contenta, sobre todo por lo del toque de sofisticación.

En fin, que Bestiaria parece estar siempre a dieta, pero como no hay dieta que aguante sin una buena dosis periódica de esa sustancia altamente adictiva, gratificante, y además extremadamente benéfica para la salud general de las mujeres, que se descubrió en México hace como cinco siglos y se mejoró hasta la perfección en Bélgica, hoy va una receta que, variaciones mediante, me sirve de comodín en las situaciones más variadas, dedicada especialmente a ella. Lo bueno de una receta comodín es que una se puede lucir aunque esté haciendo montones de cosas y no tenga demasiado tiempo para cocinar, lo que te evita convertirte en una feminista paranoica.

La idea la saqué de una entrevista que leí una vez a una mujer que me dejó impresionada por lo hiperactiva. Esta señora era maestra en una escuela primaria, al mismo tiempo que estudiaba derecho, tenía cinco hijos, estaba casada con un médico y se iba de vacaciones a Groenlandia a recorrer kilómetros y kilómetros de hielo durante varios días en un trineo a tracción perruna, uno de los deportes más exigentes que existen. Según ella, ninguna mujer tenía derecho a no hacer una torta para llevar a la escuela de sus hijos con la excusa de trabajar a tiempo completo y de no tener tiempo para hacerla, ya que el problema se solucionaba aprendiendo a hacer una torta en 10 minutos. Así que aquí va mi maravilla de chocolate en 10 minutos.

La idea es derretir medio pan de manteca (100 o 125 gramos, según el país) con un paquete de chocolate negrísimo (200 gramos), mezclar bien con 150 gramos de azúcar y después con 6 huevos, poner todo en un molde de tarta (yo uso uno de esos de porcelana con el borde ondulado, de 26 cm de diámetro) y cocinar en el horno previamente calentado a 200 ˚C durante 20 minutos. Antes de servir, espolvorear con azúcar impalpable para tapar los defectos, porque muy linda no queda. El resultado es mejor si los huevos se ponen por separado, primero las yemas, una por una, y después las claras batidas a punto de nieve con la tercera parte del azúcar. A mis hijos les encanta chorreada con coulis de framboises. Variaciones, a pedido.

miércoles, 8 de febrero de 2006

Registrado y con código de barras

Toda (o parte) de la historia está aquí y se consigue empezando en esta página.

martes, 7 de febrero de 2006

Receta de feliz cumpleaños

Mi blog no tiene demasiado sexo, o por lo menos el tema ocupa en el blog bastante menos lugar de lo que ocupa en mi cabeza, o en mi tiempo libre. De alguna u otra manera, la palabreja se las arregla para aparecer, porque en la lista de palabras que la gente pone en Google o en algún otro robot y hace que terminen aquí, la palabra "sexo" está dos veces y "sexy" una (en algún momento también aparecían "helado" y "placer", mmmmm....). La última búsqueda fue muy divertida: "ser un hombre sexy". Supongo que el que la buscaba estaba buscando una receta para convertirse en un hombre así (también estoy suponiendo, quizás equivocadamente, que fue uno que quería aprender cómo serlo y no una que quería aprender cómo detectarlos) y como a esta altura de mi vida me animo a pensar también que soy capaz de darla, ahí va:

Un hombre sexy está lleno de pasión. Pasión por lo que hace, pasión por lo que encuentra, pasión por lo que dice, pasión por las personas con las que está.

Un hombre sexy te mira y en su mirada hay una mezcla de cariño, dulzura, ternura, avidez, curiosidad y deseo que hacen que no puedas despegarte de sus ojos.

Un hombre sexy sonríe y le aparece un pocito en una mejilla o uno en cada una y si sigue sonriendo todo el día, mejor.

Un hombre sexy te abraza y no te suelta y entonces aparece un calorcito que tiene la temperatura justa que estabas esperando y hace que no tengas demasiadas ganas de despegarte.

Un hombre sexy te besa y sus labios son fuertes y suaves a la vez, su lengua se acomoda a la tuya perfectamente, su saliva combina perfectamente con la tuya y su aliento te sirve de oxígeno y huele a un paseo por el bosque una mañana de verano.

Un hombre sexy te lleva a la cama sin que te des demasiado cuenta de cómo llegaste hasta ahí, ni de cómo te quitó la ropa, sólo una sensación de remolino, de rodillas blandas, de caerse de a poco.

Un hombre sexy tiene una mirada después de hacer el amor que te hace dar ganas de repetir el acto para volver a verla.

Un hombre sexy come de todo y toma de todo. No deja de comer un guiso porque tiene cebolla o demasiado picante y de vez en cuando, pero sólo de vez en cuando, se agarra una buena borrachera y termina cantando a los gritos con los amigos por la calle.

Un hombre sexy te lleva a pasear por el Amazonas sin equipo y te hace sentir segura de que es el paseo más normal del mundo.

Un hombre sexy te acompaña a parir y no sólo no hace falta cuidarlo a él para que no quede impresionado, sino que al final te queda la sensación de que sin él al lado jamás hubieras podido.

Un hombre sexy lleva a tus hijos a aventurarse por la vida y les enseña cosas que jamás podrían haber aprendido de vos. Los ayuda a soltarse si te ponés demasiado sobreprotectora, pero los protege si te desentendés de ellos.

Un hombre sexy te hace sentir que te ponés más linda con cada cumpleaños y que envejecer juntos será toda una fiesta.

Un hombre sexy tiene hambre de todo. Es curioso, creativo y valiente. Y no deja nunca de aprender.

Bueno, y ahora busquen todos los "sexos" y "sexys" que se les ocurran, nomás.

jueves, 2 de febrero de 2006

Experimentando con música

El viernes pasado fui a otro de esos conciertos de jazz buenísimos con los que me estoy castigando. Esta vez eran 2 guitarras, un bajo y un clarinete, un ciclo llamado Jazz Manouche, de vuelta The Music Village y los músicos, los de la foto. Durante el concierto, se podía comprar un disco y, como tenía muchas ganas de mostrarle a mi querido maridito que había tenido más ganas de quedarse en casa que de salir lo que había estado escuchando, me lo compré. Desde ese día no paro de escucharlo, hay tres o cuatro temas que me encantan y uno de ellos va puesto acá. Cuando vi que lo tenían en el repertorio me puse muy curiosa para ver si lo tocaban esa noche y cómo lo tocaban. Fue el último tema de la noche, antes de los bises, y tan bueno, tan bueno, que durante 10 minutos anduve en taxi por Corrientes sin llegar a ningún lado, que es la sensación que tengo cada vez que lo escucho.

Para los que pasan por aquí rapidito y sin leer, un consejo: aprieten el botón de play, abran otra ventana y sigan surfeando y leyendo otras cosas mientras escuchan, durante 7 minutos y 42 segundos, una versión lindísima de un clásico.


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El programa de febrero, impresionante. Está aquí.

Y la versión de Piazzolla, aquí.

viernes, 20 de enero de 2006

Distribuciones sesgadas

Hay algunas observaciones estadísticas que no se explican muy bien del todo y que a uno lo dejan un poco escandalizado. Pero al final, la naturaleza no es ni muy justa ni muy políticamente correcta. Una de esas observaciones es que los hijos están mejor repartidos entre las mujeres que entre los hombres. Lo que quiere decir que mientras la mayoría de las mujeres tiene por lo menos un hijo, apenas la mitad de los hombres tiene alguno, pero los que los tienen, tienen unos cuantos.

Parece ser también que las mujeres que tienen hijos solas tienen hijas con más frecuencia que hijos, siendo una de las posibles explicaciones que producir una hija con capacidad de reproducirse requiere menos esfuerzo que producir un hijo lo suficientemente bello, fuerte, inteligente y bien educado como para tener éxito en ese campo. Otra de esas llamativas observaciones es que algunas mujeres tienen hijos con otro que no es su marido, al que varias mujeres ya han elegido como padre de sus propios hijos, lo que significa que un solo hombre tiene hijos con varias mujeres, mientras que algunos no los tienen con ninguna.

Para que una mujer tenga un hijo, no hace falta ser demasiado linda, ni demasiado fuerte, ni demasiado inteligente, pero un hombre necesita ser todo eso para tener alguna probabilidad de pasar sus genes a la siguiente generación. Eso podría ser un signo de que las mujeres somos todas bastante parecidas, por lo menos en nuestra capacidad de reproducirnos, mientras que los hombres no tanto. Dicen por ahí que los hombres de verdad hacen hombres. Pero parece ser que lo que hace falta para hacer un hombre que tenga alguna posibilidad de reproducirse es una mujer fuerte, bien alimentada y, en lo posible, con marido, aunque éste, en realidad, esté ayudando a criar al hijo de otro.

lunes, 16 de enero de 2006

Chocolate por la noticia

Según el Lonely Planet, el mejor destino turístico del mundo en estos días es ésta ciudad. En éste artículo la coronan como la ciudad más sensual y más cool de la tierra, recomiendan dejar a los chicos con los abuelos y pegarse una escapadita, entre otras cosas para visitar un telo, ver un Boca-River, comer en algún restaurant de algo que se parece a La Boca del que son habitués Wim Wenders y Bono (??), comprarse ropa de cuero y zapatos a los mejores precios imaginables y disfrutar de la intensidad de la cultura del lugar y de la simpatía y calor de la gente. Al fin se confirmaron mis sospechas: BUE es la ciudad más linda del universo.