De amor y de triángulos
Ayer me tocó ir al cine, después de tanto tiempo. Por casualidades de horario, terminé en Flagey, Studio 5, donde por estos días tienen una serie de películas con Jeanne Moreau. Terminé viendo Jules et Jim, un clásico de Truffaut, uno de mis directores favoritos de mi época de mocosa intelectual pedante que sólo veía cine europeo y de autor en la Cinemateca de la calle Sarmiento o en el San Martín. Descubrí que, pese a todo, soy bastante ignorante, porque en realidad sólo vi muchas de sus últimas películas, pero ninguna de las de los años '60.
Me encanta ver este tipo de películas, por dos o tres razones. Una es que me gusta ver si la película envejeció bien, es decir ver si todavía es capaz de decir algo o de emocionarnos con más de cuarenta años encima. Otra es la de ver qué es lo que siento yo al volverla a ver, comparado con lo que sentí o pensé a los 20 años, cuando no era nada más que una post-adolescente sin demasiadas conexiones cerebrales, pero esto sólo se da cuando la película ya la vi antes, lo que no era el caso hoy. Otra, por fin, es una especie de curiosidad antropológica, para ver si los temas que hace 40 años preocupaban a la humanidad siguen preocupándonos.
El triángulo amoroso parece ser uno de esos temas, además de ser una de esas situaciones paradigmáticas que apelan a la imaginación del ser humano, lo que prueba el hecho que al buscarlo en IMDb, aparezcan 446 películas donde se trata el tema de alguna u otra forma. Debe ser porque más de uno o una estuvo alguna vez enamorado de dos personas al mismo tiempo y la fantasía más fuerte en ese momento es la de poder convivir con las dos pacífica y amantemente. En la vida real, tal convivencia casi nunca es posible, ya que no sólo los celos por parte de las dos personas del mismo sexo son inevitables, sino que también el vértice del triángulo se siente bastante inseguro ante la falta de sentido de posesión de cualquiera de los otros dos. Uno se siente realmente amado cuando el otro te quiere todo entero, supongo.
Jules et Jim es la historia de dos amigos enamorados de la misma mujer. De ella uno no termina de descubrir si se enamora primero de uno y después del otro, o si se enamora del primero porque llegó antes, aunque sino se hubiera enamorado del segundo, o si se enamora del segundo para compensar que antes se enamoró del primero, o qué. De ellos, uno está mucho más enamorado y es mucho más valiente que el otro y es, curiosamente, el menos celoso de los dos. El personaje de ella es fascinante y un poco indescifrable y Jeanne Moreau la interpreta maravillosamente con esas ojeras oscurísimas y esa boca de amargada que a veces le sale.
La película envejeció fantásticamente bien y me pareció preciosa. Final feliz no tiene. En IMDb descubrí, además, que ganó el premio al mejor director en el festival de cine de Mar del Plata y el Bodil a la mejor película extranjera, otra de esas casualidades que me encantan y que a veces descubro.