miércoles, 30 de mayo de 2007

El loro argentino

Un poco siguiéndole la pista a Matías, que parece que se mudó a mi antiguo barrio, y otro poco para tomar algo de aire en compañía de mi hijo menor, hoy terminamos en la Plaza Guy d'Arezzo, una plaza chiquita sobre la Avenue Molière en la que yo hace unos años solía esperar a mis hijos cuando volvían de la escuela. La dicha plaza tiene cuatro particularidades: unos faroles de estilo colonial bastante lindos, un excesivo número de palomas, unos bancos de madera muy descuidados y unos loros verdes con pecho blanco bastante escandalosos que se instalaron ahí a fines de los años setenta.

Sobre el origen de los loros hay varias versiones que en lo único que coinciden es en que los loros se asentaron ahí por culpa de una bancarrota. Hay una que dice que el quebrado era el dueño de un negocio de mascotas, otra, la que más me gusta a mí, dice que en realidad era el dueño de un circo. Sea verdadera una, o la otra, o ninguna de las dos, lo cierto es que, librados a su suerte, los loros construyeron dos enormes nidos sobre sendos postes de electricidad y lo que además es cierto fuera de toda discusión es que los loros son argentinos. No es el loro barranquero, no, y tampoco es tan chillón, pero parece ser el más argentino de los loros, uno que se llama, justamente, Cotorra Argentina.

Cuando me enteré que el loro era argentino casi digo "¡Ya me parecía!", pero seguramente me contuve para que mi marido no me dijera que todo me hace acordar a Buenos Aires. Es que no podía ser de otra manera. Justo en esa plaza, en las tardes un poco frescas y soleadas de la primavera o el principio del otoño, si uno por un momento se distrae o se relaja y se olvida de pensar, la combinación de loros, palomas y faroles antiguos, junto con el ruido del tráfico y un olor muy particular, causa la exacta sensación de estar sentado en Plaza de Mayo. Y yo me he encontrado ahí, quietita, esperando a ver si aparecían los Granaderos para hacer el cambio de guardia en la Catedral, o descubrir alguna viejita vendiendo maíz para las palomas que, igual que en la plaza porteña, son demasiadas.

Hoy este blog empieza su tercer año de vida. El blog de una argentina que vive en Bruselas pero que a veces se quiere imaginar en Buenos Aires.

jueves, 24 de mayo de 2007

El hijo de la hindú y el rolling stone

En Bélgica se estrenan las películas los miércoles, así que cuando aparece un blockbuster, siempre conseguimos verla un día antes que el resto del mundo. Ayer fue el turno de una de las tres películas para las que mis hijos estaban haciendo la cuenta regresiva, En el Fin del Mundo, la última de la, esperemos, trilogía Piratas del Caribe, serie que hizo una revisión entre irónica y exagerada del género piratesco.

Eso de tener dos hijos en edad de películas de aventuras siempre sirve de excusa, lo cierto es que yo también la estaba esperando con muchas ganas. Así que ahí nos fuimos, la mamá infantil con sus dos hijos, intentando encontrar una función en la que no hubiera mucha gente a pesar de ser el día de estreno. Y tuvimos suerte. O nos metimos justo entre las funciones de chicos y las de grandes, o ayer muy poca gente fue al cine, porque no sólo conseguimos no hacer cola para comprar las entradas, sino que además encontramos lugar en el medio de la última fila, como nos gusta a los tres.

La serie Piratas del Caribe se basa, como todo el mundo sabe, en una atracción de los parques de Disney, al contrario de lo que suele ser el caso, lo que no daba lugar para esperar demasiado. Sin embargo, fueron para mí una de esas desilusiones al revés que uno se lleva a veces. Desde el principio quedé tan encantada que tuve que ver La Maldición del Perla Negra dos veces. Y me gustó más la segunda vez que la primera. Con El Cofre del Hombre Muerto me pasó lo contrario, sin embargo. La primera vez que la ví me pareció mejor que la del Perla Negra, sobre todo por esos marineros embrujados que van perdiendo su condición humana mientras los va absorbiendo el mar, pero en la segunda me aburrió un poco.

Con la tercera no sé qué va a pasar. Por ahora, ayer disfrutamos de su excesos. Todo en ella es exuberante, empezando por los 168 minutos que dura, siguiendo con la multiplicación de Jack Sparrows en sus delirios oníricos o en sus discusiones consigo mismo hasta que consigue ponerse de acuerdo y con la cantidad de historias cruzadas y de actores que hacen que uno a veces no entienda por dónde va el cuento y terminando con una batalla naval de una media hora al borde de un maelstrom donde pasa de todo. Como si el director hubiera decidido darse todos los gustos al final de la serie. Como tanto mis hijos como yo somos espectadores muy agradecidos, nos quedamos las dos horas y 48 minutos embobados sin tener en ningún momento la sensación de que era demasiado, como le pasa a espectadores más exigentes. Para nosotros es la longitud ideal que tiene que tener una película como ésta para que uno no se quede con esa sensación de que se terminó demasiado rápido.

Cuando empieza la película, Jack está en otra dimensión del mundo, un lugar donde no está ni muerto, ni vivo pero en el que está para ser castigado. Para encontrarlo, los que lo buscan deberán llegar al fin del mundo y, mientras lo hacen, nosotros nos encontramos en un lugar alucinante al mejor estilo Terry Gillian, un desierto de roca gris, sin tiempo y sin vientos, con un Jack, capitán y tripulación al mismo tiempo, dándose ordenes y maltratándose a sí mismo en incontables versiones.

Ponerse a contar el resto sobrepasaría por mucho los límites de este blog y además sería una lástima, así que acá nos quedamos. Todas las historias quedan cerradas esta vez, lo que indica que una cuarta no sería necesaria pero nunca se sabe. Queden para el final los dos objetos mágicos que nos encontramos entre toda la parafernalia. A la brújula que indica la dirección del sitio que más deseamos, se le agrega ahora un mapa compuesto de círculos giratorios que se pueden combinar de múltiples, quizá infinitas, maneras y que entonces muestra al estudioso o al inspirado ese lugar deseado que uno persigue o el sitio exacto donde está escondido el próximo tesoro.

Y además, Jack tiene un papá del que heredó, como no podía ser de otra manera, el look y al que actúa, para cerrar el círculo y con el mismo anillo de siempre, el que lo tenía que actuar, aunque aparece demasiado poco para mi gusto.

Para verla, por lo menos una y hasta dos veces, con hijos en edad de películas de piratas, o no.

miércoles, 23 de mayo de 2007

Relecturas

Terminé la relectura de El Cazador Oculto. Lo había leído con doce años recién cumplidos y lo único que me acordaba eran un montón de sensaciones al final del verano justo antes de empezar el colegio. Como siempre que uno vuelve a leer algo, el libro es completamente otro.

Esta vez descubro a un adolescente cínico, desencantado y bastante deprimido que mientras se pierde en Nueva York se expresa con una indolencia desgarradora. Pero no encuentro ninguna de esas sensaciones del final de mi infancia. Mi única explicación es que mi primer amor debe haber sido Holden Caulfield.

viernes, 18 de mayo de 2007

La raíz de todos los males

Aunque en todas partes se cuecen habas, la corrupción es un fenómeno más intenso en los países más pobres. Si miramos el último Índice de Percepción de la Corrupción de Transparency International, un índice que se prepara con metodologías similares en 163 países, encontramos en el fondo de la lista países como Haití, Irak, Bangladesh, Chad o Myanmar. Entre los primeros cinco, por otro lado, están Finlandia, Islandia, Nueva Zelanda, Dinamarca y Singapur. Si bien la correlación no es perfecta, es bastante claro que corrupción y pobreza van de la mano. Qué causa qué, quizás sea fuente de discusión para algunos, pero tendría que ser evidente que la lucha contra la corrupción es indispensable para poder salir de la pobreza.

Además de ser inmoral y un desperdicio de recursos, la corrupción es otra fuente de inequidad. La gente que paga sobornos lo hace para obtener beneficios a los que supuestamente tendrían derecho legal pero al que se hace difícil acceder por escasez, racionamiento o lo que sea. En muchos países, los pobres, que están en peores condiciones para sobornar que los ricos, tienen menos posibilidades de consumir ciertos servicios, como los de salud, ya que sólo se accede a ellos pagando por debajo de la mesa. Esto no solo aumenta la desigualdad sino que a veces tiene consecuencias fatales, al vérseles negados servicios esenciales a los más pobres.

¿Por qué desperdicio de recursos? En la mayoría de los países corruptos hay una tendencia a que el gasto público se dirija a proyectos donde es más fácil recibir sobornos, quitando presupuesto a programas que tendrían más efecto en el bienestar general, lo que explica muchas veces el mayor gasto en armas o en proyectos faraónicos a expensas del gasto en educación o salud.

Lo de Argentina es especialmente grave. Según el índice se sitúa en el lugar 93, es decir de la mitad para abajo. Es raro encontrar a Argentina metida en la peor mitad cuando se trata de estos índices “blandos” y por eso esta clasificación resulta tan desalentadora. Además, otro de los resultados de Transparency International muestra que los argentinos no sólo creen que el gobierno es ineficiente luchando contra la corrupción sino que además la fomenta.

Pero quizás lo peor de todo sea que la corrupción está tan generalizada que ni siquiera se ve. Parece tan normal coimear a un policía para que no cobre una multa que el hecho ni siquiera aparece en las encuestas. Y posiblemente no se deje de admirar en secreto, de alguna forma, a los grandes delincuentes de guante blanco que convierten en perdedores a toda la sociedad a través de sus negocios turbios.

domingo, 13 de mayo de 2007

Dudas y métodos

Una de esas simplificaciones de la realidad que sirven para hacernos la vida más fácil dice que los seres humanos vienen de dos tipos: el tipo robusto y el tipo sensible. Estos dos tipos se nos dan a conocer desde la más tierna edad.

Apenas nace, el robusto se prende a la teta de la madre sin ninguna duda y sin ningún desparpajo, y después de haberse llenado la barriga del indispensable, vital colostrum, se queda dormidito, tranquilo y seguro y duerme 12 horas de un tirón. El sensible, por su parte, hará lo mismo, pero sin tanta seguridad, y también se quedará dormidito, pero en medio de estremecimientos y suspiritos y se despertará a cada rato para que lo cuiden y lo mimen.

La necesidad de contacto humano de uno y del otro hará que los padres del primero sean de esos padres insoportables que dicen que sus bebés duermen todo el día y no lloran nunca, mientras que los del segundo se convertirán en un manojo de nervios, ojerosos y ausentes y al borde del colapso debido a la falta de sueño causada por la necesidades de amor de su hijo el sensible.

El robusto puede crecer en el ambiente más inhóspito, sin juguetes, sin estímulos intelectuales ni físicos, sin caricias ni palabras cariñosas y es probable que igual crezca sano, fuerte, feliz y contento, que aprenda a hablar y a caminar temprano, que se ría todo el tiempo, que tenga montones de amigos y sea popular en la escuela y en la calle.

El sensible, en cambio, para conseguir todo eso, necesitará que lo tengan en brazos todo el día, que le hablen y lo escuchen, que lo protejan y jueguen con él, que le lean cuentos y le canten canciones de cuna antes de dormirse, que lo acompañen a la escuela y lo despidan con besitos, que hagan los deberes con él y le expliquen con lujo de detalles y con muchísima suavidad las ecuaciones de segundo grado mientras le acarician el pelo y lo sostienen de la mano.

De más está decir los buenos resultados que se pueden obtener de un robusto si se le aplican los métodos necesarios al otro tipo. Y todos nos imaginamos el desastre que puede ocurrir si abandonamos al sensible a su suerte y nos despreocupamos totalmente de él.

Y a mí, como madre de uno de cada especie y no del todo segura si apliqué el método adecuado en la crianza de cada uno, también me resulta interesante imaginarme cuál será la reacción de estos dos tipos ante situaciones extremas, los shocks vitales de los que hablábamos acá. Y lo único que me resta esperar es haberles acariciado lo suficiente el pelo, cantado todas las canciones de cuna que les hicieron falta y sobre todo, sobre todo, no haberlos espantado para siempre cuando intenté explicarles qué es una función y cómo se despejan las incógnitas. A ver si al final resulta que no les gusta la matemática.

lunes, 7 de mayo de 2007

De elecciones y reformas

A mí, que como ya les conté antes, me encanta votar, ayer me hubiera gustado tener derecho a voto en Francia. Nomás para poder estar en esa gigantesca fiesta democrática y poder festejar en les Champs Élysées. Más de 40 millones de votantes y una de las participaciones electorales más altas de la historia francesa. Pese a que el voto es voluntario fue a votar el 85% del electorado, muchísimo más que en cualquiera de las grandes democracias del planeta. Y aunque el que haya ganado nos guste más, o menos, nadie podrá negarle nunca la legitimidad de su elección. Como dicen los franceses, a los que les gustan las frases rimbombantes y además se les dan bastante bien, "ha sido un ejemplo de civilidad a los ojos del mundo".

Las elecciones en Francia sorprendieron bastante a esta señora. Muestran de una manera muy fuerte que la mayoría de los franceses quieren salir de su inmovilismo, aunque algunos pocos no quieran que el tiempo avance. En estas elecciones dijeron que sí a una serie de reformas que si terminan llevándose a cabo le cambiarán bastante la cara a Francia y la vida a los franceses.

El ganador, Nicolas Sarkozy, promete hacer una reforma drástica de la semana laboral, las famosas 35 horas, a las que se les echa la culpa de todas las miserias francesas, incluído el hecho de que Francia sea el país europeo que menos ha crecido en los últimos diez años si se excluye a Portugal. También se reducirán los impuestos y el empleo público, aunque no, llamativamente, los subsidios a las empresas ni, supuestamente, a la educación. Considerando que el señor, además, promete reducir el déficit fiscal y la deuda pública, sin olvidarse de reformar el sistema de pensiones y el de los subsidios a desempleo, todo tiene mucho olor a entusiasmo de campaña electoral, a promesas que terminarán incumplidas y a inconsistencia populista.

Los socialistas, mientras tanto, se verán obligados a hacer el examen de conciencia por el que tienen que pasar, necesariamente o no, todos los perdedores. Algunos analistas dicen que ya es hora de que el Partido Socialista se transforme de una vez en una socialdemocracia moderna que, como se sabe, suelen ser un poco más liberales que un partido socialista tradicional. Otros dicen que el partido se enfrenta a una secesión. Yo me imagino que, en caso de que así suceda, el ala de izquierda tenderá a perder poder – y votos– con el tiempo, hasta convertirse en un partido marginal, mientras que el ala centrista más adepta a las reformas tenderá a convertirse en una verdadera alternativa electoral.

jueves, 3 de mayo de 2007

Cero por ciento de humedad

Cuando el paso del tiempo me quiere llamar la atención, siempre elige formas novedosas para hacerlo. La última fue todo el polvo de flores secas desparramado por las veredas en esta nochecita tibia y seca cuando salí a dar uno de mis paseos vespertinos por las calles de Bruselas.