El mejor domingo del año
Todos los años, el penúltimo domingo de septiembre Bruselas tiene un día libre de autos. Ese día, las 19 comunas de la ciudad dejan circular solamente colectivos, tranvías, taxis y algunos autos que piden un permiso especial bastante difícil de obtener y así las calles quedan libres para caminar, correr, andar en patines, bicicleta, monopatín, skateboard o lo que a uno se le ocurra. La gente entonces se aprovecha y se adueña de la ciudad desde muy temprano.
La gente, en realidad, se pone eufórica, sobre todo porque desde que la ciudad adoptó esta costumbre, en ese penúltimo domingo de septiembre siempre ha tocado buen tiempo y el día, la ciudad y sus calles se pueden aprovechar al máximo. Este año tampoco fue la excepción.
Como si los dioses del buen tiempo estuvieran de acuerdo con que el automovilismo privado es una maldición para el planeta, después del verano más horrible que haya tocado en los últimos veinte años, el domingo sin autos fue un día maravilloso, que amaneció con un sol resplandeciente, una luz otoñal que se reflejaba y se filtraba en las hojas ya medio amarillas de los árboles y una temperatura perfecta: 21 °C a las 10 de la mañana que se fueron haciendo 25 °C o 26 °C a eso de las 3 de la tarde. Andar en bicicleta por las grandes avenidas y los boulevards fue realmente disfrutable, sobre todo porque con los años la gente ha aprendido a respetarse y los ciclistas, los peatones y los patinadores ya no creen, como al comienzo, que un día sin autos es lo mismo que un día donde todos tienen derecho a circular como a uno se le antoje sin parar delante de los semáforos o andar a toda velocidad aplastando nenes y viejitas.
Las aves de mal agüero, por su parte, nos anuncian que posiblemente éste sea el último día libre de autos en una Bruselas belga. Por supuesto que desde este blog esperamos que no tengan razón, pero los ruidos de rotas cadenas se hacen sentir cada vez más fuerte. Para una descripción de los orígenes del desacuerdo, este post de Matías lo explica tan bien que volver a hacerlo sería redundante. Esta vez, sin embargo, las predicciones están causadas por la incapacidad de los partidos políticos ganadores en las últimas elecciones legislativas de formar gobierno a pesar de los 105 días transcurridos desde las elecciones.
Los 105 días sin gobierno no son ninguna rareza, el récord es de 1988 cuando se tardó casi 150 días en lograr el acuerdo necesario. Pero dicen las malas lenguas que solamente dos cosas unen a los belgas: Bruselas y la deuda externa. La deuda externa posiblemente se la podrían repartir proporcionalmente pero ¡Bruselas! Bruselas es la Jerusalem belga.
Bruselas está dentro de Flandes, pero es, en su mayoría, francófona. A los flamencos les gusta decir que es la capital de Flandes pero nadie lo acepta seriamente. Tiene una población extranjera bastante importante –africanos de las ex-colonias, muchos magrebíes que inmigraron en los sesenta, toda la eurocracia– que aprendió a hablar francés pero no flamenco y, además, es la sede de las instituciones europeas, la "capital" de Europa. Y aunque no se note demasiado en la calidad de sus servicios públicos pero sí en la cantidad de autos de lujo con los que uno se cruza casi todos los domingos menos éste, parece ser que es una de las tres regiones más ricas de Europa.
Las alternativas son varias, pero ninguna demasiado convincente. Sea como capital de Flandes, capital de Valonia o capital de Europa, aparecen más detractores que auspiciantes. En todo caso, con tantas discusiones separatistas, los que se sienten belgas y no otra cosa han salido a relucir. Hoy, mientras recorría las arboladas avenidas en bicicleta disfrutando del mejor día de sol de los últimos cuatro meses, descubrí, colgadas de muchísimas ventanas, un sinnúmero de banderas belgas, banderas de la Bélgica unida que muchos no quieren ver desaparecer.
Ahora estoy considerando seriamente colgar una bandera belga del balcón. Tengo que confesar que para mí sería bastante traumático que Bélgica se separe y que Bruselas termine siendo la capital de algún país que todavía no existe.
En otro orden de cosas, en Alemania ha aparecido una diputada carnotista.