Melingo, compadre
Me lo fui a ver a Melingo por segunda vez en el año. Cuando el año pasado me dio esa nostalgia que no había sentido desde mi primer año de emigrada y me entraron de repente unas ganas desesperantes de escuchar tango, me enteré de que en BUE había toda una renovación tanguera que se me había pasado completamente por alto. Por eso, la última vez que anduve por allí, me compré 2 o 3 discos nuevos y uno de ellos fue Tangos Bajos. En casa quedamos todos fascinadísimos y, cuando en la primavera cayó por el Botanique, nos fuimos de cabeza a verlo. Los chicos, furiosos porque no los llevamos, se encariñaron tanto con el disco que se lo metieron en el iPod y se aprendieron las canciones de memoria. Así que, cuando esta vez volvió para tocar en el Senghor, sacamos entradas para todos y estuvimos preparando el corazón durante, por lo menos, un mes.
Melingo empieza de a poquito, al principio no parece nada, sólo esa voz gravísima, callejera, casi cascada. Pero sus músicos son impresionantes y se crea una sinergia entre él y ellos que todo se pone hirviendo y hay momentos en sus conciertos en que uno no lo puede creer. Cada vez que tocan una canción, la versión es diferente, por eso me dejan una sensación de tango-jazz, no porque haya jazz, sino por el toque de improvisación y de cambio. Con la de ayer de Narigón yo quería que no se terminara nunca. De repente, había en BRU una onda a BUE, a 86 yendo por Avenida La Plata, a San Juan y Boedo antiguo, a milongas en Palermo Viejo, que me suavizaba un poco la nostalgia.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario