La guerra de los sexos
La leyenda nos cuenta que en Bélgica se producen más de 600 cervezas diferentes. El número exacto se pierde en el laberinto de las inexactitudes, pero no creo que sea demasiado relevante. El caso es que los belgas producen cerveza como los franceses producen champagne, a veces hasta con el mismo método, y de esos procesos salen unas bebidas que uno, bastante inexperto en la materia, difícilmente reconocería como cerveza, por lo menos al principio. Después de un tiempo, uno se malacostumbra y, habiendo tanto para elegir, no se contenta para nada con tomar siempre lo mismo. Las cervezas belgas se distinguen por sus distintos procesos de fermentación, su diferente graduación alcohólica, sus distintos colores y los diferentes métodos para aromatizarlas y por eso la cerveza elegida dependerá del momento. Además, para cada cerveza existe un tipo de vaso diferente y es casi una herejía tomar una cerveza en otro vaso que no sea el que le corresponda, sin contar con el hecho de que una vez que uno se acostumbró, equivocarse de vaso disminuye, por increíble que parezca, el placer de la libación.
En todo caso, para las tardecitas de verano antes o después de ir al cine, mi preferida es la bière blanche, una cerveza ácida y fresca que se hace con trigo además de cebada y durante el proceso de producción se perfuma con cilantro y cáscara de naranja. Se llama cerveza blanca porque el trigo no es malteado y parece ser que en ese caso, cuando la bebida está fría, las proteínas del trigo quedan suspendidas y la cerveza adquiere un aspecto turbio blanquecino. La más conocida de todas es la Hoegaarden que se toma en un vaso de vidrio grueso de boca ancha y que a veces se sirve en los bares con una rodaja de limón, lo que potencia la acidez y frescura natural de esta cerveza.
Y ahora, se acaba de lanzar la hermanita joven de la blanche, la rosée, una cerveza blanca perfumada a la frambuesa, a la vez ligera y frutada y... ¡rosada! Una cerveza bien de nena. Por eso la publicidad va totalmente dirigida al público femenino joven, mujeres independientes que toman cerveza solas o con sus amigas y que tratan de dar la impresión de que observan a los hombres con una especie de cariño condescendiente y un leve aire de superioridad. La campaña gráfica muestra fotos de los cartoncitos hexagonales que se ponen debajo de los vasos de Hoegaarden con leyendas como "Mi chico siempre tiene la última palabra: Sí, querida" o "Los hombres son como los lugares de estacionamiento, los mejores ya están ocupados" o "Cuando Dios creó al hombre, lo hizo nada más que para reírse" y otras frasecitas del mismo calibre. La campaña entera se puede ver aquí.
Cuando uno la toma tiene la impresión de estar tomando Fanta con un chorrito de vino tinto, así que yo sigo prefiriendo la blanche. Jamás tuve nada en contra de los hombres y las bebidas siempre me gustaron secas.