Hay un libro que se llama 1001 Movies You Must See Before You Die que a lo mejor consigo que me regalen este año para Navidad, nomás para ver cuántas me faltan. Mirando la lista de 25 que aparece en el artículo de Wikipedia, supongo que es más o menos la mitad, lo mismo que me falta ver de esa lista de 25. Y 500 películas son un montón de películas, así que a la frecuencia con la que veo películas últimamente a lo mejor ni alcanzo, pero justo en estos días estoy viendo una de las 1001, aunque en realidad no es una película, sino una miniserie.
Riget es la miniserie más famosa de la historia de Dinamarca y está dirigida por el director de cine más original que haya nacido por ahí, Lars von Trier, uno de los grandes directores de cine europeo de la actualidad. Son 8 capítulos filmados en dos veces, los primeros 4 en el '94 y la segunda parte en el '97. Eso explica por qué no la ví antes: los dos estrenos fueron durante la Navidad en que cada uno de mis hijos tenía un año, época de la vida en que los padres tenemos nada más que tiempo para cuidar que no se maten mientras aprenden a caminar y se meten por todos lados y nada de nada para ver series por televisión.
Así que durante años escuché hablar maravillas de la bendita serie prometiéndome que algún día iba a ser. Lo bueno del atraso es que ahora la estamos viendo con los hijos, que ya alcanzaron la edad para ver una serie de horror sin morirse de miedo. Lo que sí, en lugar de verla toda de un golpe como uno hace cuando tiene todos los capítulos a mano, la estamos haciendo durar viendo sólo un capítulo por noche, acurrucados en el sofá, bien tapaditos y agarrados de la mano antes de ir a la cama, igual de muertos de miedo, pero de a cuatro.
El horror no es para nada uno de mis géneros favoritos pero esta serie es tan genial como lo cuenta su fama. "Riget" – en danés, El Reino – es el sobrenombre que se le da al hospital principal de Dinamarca, Rigshospitalet, el hospital del reino, con esa ironía de la que los daneses creen tener el monopolio. En realidad todo es una especie de pastiche, una serie de médicos, con ambulancias, guardias, médicos neuróticos y estresados, romances entre doctores y enfermeras, estudiantes robacadáveres y todos los detalles del tipo. Pero además es un cuento de miedo que se basa en el misterio que rodea al lugar sobre el que está construido el hospital, que incluye a una espiritista malcriada que al principio cae muy mal pero después despierta mucha ternura, los fantasmas del caso, los chirridos y crujidos necesarios, personajes siniestros, perturbadores u obsesivos y un ambiente bastante inquietante y atemorizador. Dicen que la gente que va al hospital después de haber visto El Reino no puede impedir sentir escalofríos y un cierto desasosiego. Yo seguro que no me animo ni a pisarlo.
Lo impresionante de la serie es la forma en la que está contada; como si fuera un chiste que da miedo, o una historia de miedo que da risa, un experimento sobre el miedo, el humor, las relaciones humanas, condimentada con un poco de sociología y, ya que estamos, economía de la salud. Todo en un ambiente color sepia, con los típicos movimientos de cámara del Dogma 95 que mi hijo mayor detesta pero algún día va a apreciar, con mucha economía de recursos y de plata y con un conjunto de actores impresionantes, entre los que se cuenta una pareja de mogólicos que trabajan de lavaplatos en los sótanos del hospital mientras hacen de relatores de la historia.
Hasta ahora ví nada más que los dos primeros capítulos, pero pareció ser suficiente para darme cuenta que la fama la tenía bien merecida y para seguirla desparramando. Lo único que hace que no la vea toda de una vez es que tendría que hacerlo sola y no me animo.