Mi madre tuvo la indecencia de casarse con un hombre ocho años más joven que ella. El hombre, que más que hombre a esa altura era un chico de veinte años, se parecía un poco a Marlon Brando en The Wild One cuando era joven y a George Clooney en Syriana cuando era viejo, mientras que ella era una preciosura de un metro cincuenta y cinco y ojos azules y ahora es una viejita de lo más piola, de la que mi hijito menor heredó la risa. Las hijas que tuvieron, mi hermana y yo, salieron bastante normalitas, sin ninguna chance de ganarse la vida entre la beautiful people, pero sí entre los knowledge workers, por obra y gracia de una abuela paterna bastante más inteligente que la media, aunque demasiado parecida a la abuela de la Cándida Eréndira.
Que esa pareja haya terminado junta tuvo más que ver con el hecho de haberse encontrado en una conjunción tiempo-espacio donde no había demasiada oferta del sexo opuesto que con el de estar hechos el uno para el otro, lo que llevó a un divorcio tumultuoso y desolador diez años más tarde. Mientras que a mi señora madre no se le volvió a conocer varón, su ex-marido se casó un par de veces más, siempre con mujeres más jóvenes que él, como para compensar. Las hijas juraron que jamás se casarían con hombres más jóvenes que ellas. Una cumplió su promesa y la otra no.
Yo siempre digo que a los espécimenes de hombre más atractivos los enganchan las mujeres más despiertas antes de que ellos cumplan los 25 años, independientemente de la edad de la mujer. No hace tanta falta ser joven y bella, sino más que nada estar con los ojos abiertos y saber a lo que se va. Tengo un amigo que no entiende por qué, por ejemplo, los jugadores de fútbol famosos, como Beckham, se casan tan jóvenes. Mi eterna respuesta es que es a esa edad, entre los 20 y los 25 años, los hombres tienen la necesidad más urgente de vivir emparejados, necesidad que disminuye notablemente en los años siguientes, en los que concentran todas sus energías en hacerse escritores famosos, deportistas millonarios, empresarios poderosos o presidentes de alguna república. Una vez que han logrado su objetivo, les vuelve la necesidad del apareamiento y entonces encontramos esos casos de directores de periódicos internacionales casados con modelos 20 o 25 años más jóvenes que ellos.
¿Qué lleva a una privilegiada por la madre naturaleza a elegir, por decir algo, casarse con Menem y no con Beckham? Yo diría que su falta de visión, pero siempre puede haber otras respuestas.