lunes, 14 de noviembre de 2005

Paranoica

Cuando me mudé a mi casa nueva todas las ventanas estaban sin cortinas. Durante más o menos dos semanas, vivimos en lo que a la noche, según mi marido, se convertía en una pecera. En esos días de vida en un acuario, uno de los vecinos de atrás se divertía haciendo señales de luces con una especie de linterna láser de color rojo que se nos clavaba en los ojos de costado cuando más tranquilos estábamos mirando tele o paseando por Internet. Por esa época, yo no asociaba la luz roja con una simple linterna, así que la cuestión me parecía altamente tecnológica y me hacía pensar que el que lo hacía era una especie de espía, intentando establecer algún tipo de comunicación, o algún psicópata introvertido, que intentaba amargarnos la vida molestándonos en esos momentos en que uno cree que está solo y pasándoselo bien. Del lado desde donde venía la luz hay dos ventanas donde nunca, nunca, se levantan las persianas, salvo a veces diez centímetros cuando hace muy buen tiempo, o mucho calor. Yo a veces me imagino que en ese departamento vive uno encerrado, uno que no quiere dejarse ver, poseedor de todo un equipo de telescopios y largavistas que le permiten espiarnos a todos y que se pasa el día mirando por la ventana la vida de todos los demás y aunque ahora se ha resignado a esa pasividad, espera el momento de volver al ataque como en la época de las luces rojas.

1 comentario:

Juan de Dió dijo...

yo tenia un vecino asi... hasta que me compre una replica de arma y lo asuste un poquito con un laser montado...