domingo, 20 de noviembre de 2005

Sin propagandas


En este blog esto es completamente trivial, porque igual me moriría de hambre, pero me encanta el pajarucho y su cara de pedante sabihondo y me gusta tenerlo en la página. Toda la información al respecto está acá.

viernes, 18 de noviembre de 2005

Mi hijito mayor

¿Te preparo el sandwich todo de salame o una mitad de jamón y la otra de salame?

Sí.

A la madre la recorre un frío por la columna vertebral.

lunes, 14 de noviembre de 2005

Paranoica

Cuando me mudé a mi casa nueva todas las ventanas estaban sin cortinas. Durante más o menos dos semanas, vivimos en lo que a la noche, según mi marido, se convertía en una pecera. En esos días de vida en un acuario, uno de los vecinos de atrás se divertía haciendo señales de luces con una especie de linterna láser de color rojo que se nos clavaba en los ojos de costado cuando más tranquilos estábamos mirando tele o paseando por Internet. Por esa época, yo no asociaba la luz roja con una simple linterna, así que la cuestión me parecía altamente tecnológica y me hacía pensar que el que lo hacía era una especie de espía, intentando establecer algún tipo de comunicación, o algún psicópata introvertido, que intentaba amargarnos la vida molestándonos en esos momentos en que uno cree que está solo y pasándoselo bien. Del lado desde donde venía la luz hay dos ventanas donde nunca, nunca, se levantan las persianas, salvo a veces diez centímetros cuando hace muy buen tiempo, o mucho calor. Yo a veces me imagino que en ese departamento vive uno encerrado, uno que no quiere dejarse ver, poseedor de todo un equipo de telescopios y largavistas que le permiten espiarnos a todos y que se pasa el día mirando por la ventana la vida de todos los demás y aunque ahora se ha resignado a esa pasividad, espera el momento de volver al ataque como en la época de las luces rojas.

viernes, 4 de noviembre de 2005

Mi libro de arena

Mi tía del alma decía que casi siempre las cosas que uno quiere mucho llegan, pero cuando ya no se necesitan tanto como antes. A veces, hasta son inoportunas. Eso es un poco lo que me pasa con los blogs. Cuando era chica, quería un Libro de Arena, un libro que no se terminara nunca y donde cada vez se pudiera leer una historia nueva. Borges se lo imaginó, porque quizás a él le pasara lo mismo, y se lo imaginó un poco distinto, un libro de anticuario, polvoriento pero mágico. Yo me lo encontré hace unos pocos meses, delante de mi computadora. Desde entonces todos los días me encuentro historias nuevas, personajes diferentes, escritores y escritoras de todo tipo, montones de ellos tan buenos y buenas que de a poco el gusto a uno se le pone malcriado. Y todos los días tengo la oportunidad de leer nuevas páginas de este libro infinito. Lástima que justo ahora tengo otras mil cosas que hacer.